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¿Qué será del mañana?

por Rosemeire Zago em STUM WORLD
Atualizado em 20/10/2010 12:53:12


Traducción de Teresa - [email protected]

Hoy quiero participarte lo que sucedió con una amiga, que me autorizó a compartir la historia contigo, para que podamos percibir que muchas veces una actitud, un cariño, puede, sí, marcar toda la diferencia en la vida de una persona. A continuación, su relato:

Cuando empecé a dar clases en magisterio, una de mis primeras aulas fue un 5º curso. Eran críos saludables y con una energía que daba gusto. Por aquella época mi hija tenía 6 años y de alguna manera yo estaba acostumbrada a lidiar con niños de esas edades, que son verdaderos angelitos cuando quieren y, principalmente, cuando están lejos de sus padres.

En esa aula tan especial había un niño muy travieso, propio de su edad y de la mayoría de los niños, sin embargo una criatura adorable, aunque un tanto traste. Hacía todas las trastadas y algunas más. Quien tenga hijos en esa edad, sabe de qué estoy hablando… o quien se acuerde de su infancia, pese a que hoy los límites y la energía de ellos han aumentado cada vez más.

Un día en especial, él, Adriano, hizo algo que no recuerdo, pero que se consideró grave, y la dirección de la escuela llamó a su madre para una conversación, en la cual también participé yo. Cuando la madre de Adriano llegó era visible su gran enfado y en un tono de voz alterado ya empezó diciendo: Profesora, ¿qué es lo que este peste ha hecho nuevamente? Dígamelo, que hoy acabo con él, va a llevar una paliza que jamás olvidará. Adriano más que deprisa se agarró de mi cintura, en llantos, con mucho miedo y dijo: Profesora, ella me va a pegar… Como él lloraba mucho, me asusté bastante y empecé a hablar con la madre, diciéndole que efectivamente él era muy travieso, pero también era una criatura linda por dentro, con un enorme corazón, tenía mucha bondad y educación, y que yo sentía por él una gran ternura. La madre, sin comprender nada, empezó a escucharme cada vez con más atención. Lo completé diciendo que su hijo era una criatura adorable, y fui destacando todas sus cualidades, que ella parecía jamás haber oído, ni siquiera percibido. En fin, ella se marchó prometiéndome que no le pegaría. Debía pensar que yo iba a hablarle muy mal de su hijo, pero cuando empecé a elogiarlo, se quedó sin reacción. El tiempo pasó y nunca más se supo de Adriano.

Unos 15 años más tarde, empecé a dar clases en una escuela, teniendo que conducir por un morro muy oscuro, a altas horas de la noche, para llegar a mi casa. Una noche al salir de la escuela, sobre las 23h, cansada y contrariada por algunos problemas, loca por llegar a casa, darme un baño y comer algo, al bajar el tal morro, pero todavía muy lejos de mi casa, en medio de la oscuridad, acabé por no ver que en la pista había muchos cachos de vidrio y, al pasar sobre ellos el neumático del coche se rasgó completamente. No es preciso decir la rabia que me dio, pero como nada podía hacer, avisé al seguro para pedir socorro, y allí me quedé. Mientras esperaba empecé a pensar en lo que podría haber ocurrido si la rueda se hubiese pinchado en la bajada del morro, donde ni siquiera tendría sitio para pararme y en cierta forma me calmé, pero me preguntaba por qué tenía que pasarme aquello precisamente cuando me sentía tan cansada y fastidiada, hasta parecía que era para empeorar mi estado de espíritu, que ya no era muy bueno.

Estuve esperando unos 40 minutos, hasta que al fin el coche socorro llegó. Salí de dentro de mi auto en dirección al chico que iba a cambiar la rueda de mi coche, que estaba totalmente cortada, pero cuando miré su rostro quedé impactada. ¡Era Adriano! Con aquella misma carita de niño travieso, solo que ahora hecho un hombre. Él me miró, nos abrazamos allí mismo en medio de la calle. Me cambió la rueda y cuando ya se iba, me miró fijamente y dijo: Profesora ¿te acuerdas de aquel día en que mi madre fue a la escuela? Claro que me acordaba. Le respondí que sí y él continuó: Aquel día, profesora, al llegar a casa mi madre me dijo que no me pegaba porque usted se lo había pedido, pero eso no fue lo más importante para mí… mientras hablabas con ella, decías tantas cosas buenas, que yo era educado, lindo, me hacías tantos elogios que a partir de aquel día empecé a cambiar. Creí en tus palabras y en que yo podía ser de verdad todo aquello; y hace mucho que deseaba encontrarme contigo solamente para decirte que has cambiado mi vida y que, a partir de aquel día yo empecé a ser una persona mejor y hoy hago uso de todo aquello que hiciste por mí en la educación de mi hijo. Siempre lo elogio, reconozco lo que hace bien y no solo aquello que hace mal. ¡Jamás te olvidaré y si he llegado a ser lo que soy, ciertamente has tenido parte en ello y yo solo quería darte las gracias! No es preciso decir que me quedé allí abrazada a él llorando mucho y agradeciendo a Dios por mi rueda pinchada. En aquel instante, percibí que muchas veces somos tanto para algunas personas y ni siquiera nos damos cuenta de ello. ¡Y que el amor cuando plantado verdaderamente, puede cosecharse durante toda una vida!

Ante este relato, podemos reflexionar sobre la diferencia que podemos marcar para una o más personas sin siquiera darnos cuenta, basta mirar a cada una como un ser humano especial como todos lo somos. Podemos, sí, hacer nuestro mundo mejor, siempre que cada uno mire a los lados, a las personas que conviven tan cerca y que a veces ni siquiera miramos a los ojos de nuestros hijos al preguntarles si están bien. No miramos siquiera dentro de nuestros propios ojos para saber lo que de verdad sentimos. Solo sabemos correr, correr, trabajar, ganar dinero, pero hay momentos en que la recompensa de un agradecimiento por un acto de amor sincero y sencillo puede marcar toda la diferencia en una vida.

Deja de lamentarte por los acontecimientos que no puedes controlar, por los momentos en que te sientes impotente ante una situación. No sabemos nada de lo que está por venir, poco sabemos del mañana, del dentro de un poco. Sea cual fuere la situación, agradece y percibe el aprendizaje que el Universo te reserva en forma de sutiles mensajes, en forma de pequeños actos que no cambian solamente la vida de quien recibe, ¡sino principalmente, la de quien ofrece!


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zago
Rosemeire Zago é psicóloga clínica CRP 06/36.933-0, com abordagem junguiana e especialização em Psicossomática. Estudiosa de Alice Miller e Jung, aprofundou-se no ensaio: `A Psicologia do Arquétipo da Criança Interior´ - 1940.
A base de seu trabalho no atendimento individual de adultos é o resgate da autoestima e amor-próprio, com experiência no processo de reencontrar e cuidar da criança que foi vítima de abuso físico, psicológico e/ou sexual, e ainda hoje contamina a vida do adulto com suas dores.
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