Quién no se cansó ya de su propia pereza?
por Bel Cesar em STUM WORLDAtualizado em 12/01/2005 09:59:35
Traducido por Melissa Park - [email protected]
En Indonesia, al levantarnos de madrugada para visitar Borobudur, un relicario budista del siglo VIII, Lama Gangchen Rimpoche nos dijo: “Para hacer cosas negativas no tenemos pereza, pero para realizar las positivas precisamos de mucha fuerza de voluntad”.
Según el Abhidharma, la pereza es uno de los Veinte Factores Afines de la Inestabilidad (o una de las Veinte Emociones Secundarias). En la pereza nos apegamos, por ignorancia, a una sensación aparentemente positiva, como la somnolencia, y abandonamos la iniciativa de actuar en función de algo mayor y positivo. La pereza surge de la ilusión de que es posible satisfacernos con poco. Un amigo me proporcionó un ejemplo bastante ilustrativo al hablar sobre el impacto que su abuelo alemán sintió al llegar al Brasil al inicio del siglo XX. Como inmigrante, desembarcó en Porto de Santos con traje y sombrero blanco. Al ver un brasilero descansando al pie de una palmera, le ofreció una buena propina para que le cargase sus pertenencias hasta el Hotel más próximo. Pero el brasilero le respondió: “Gracias, yo ya comí hoy”.
Lelo quiere decir pereza en tibetano: “Es la mente obstinada, asociada a la perplejidad errada, dependiente de los placeres de la somnolencia, que se hecha y no levanta. Su función es obstruir y dificultar a la persona para que se dedique a cosas positivas. La pereza hace que todas las cosas positivas se dispersen”. Por lo tanto, la pereza es una mente de poco alcance, incapaz de reconocer los daños decurrentes de abstenernos de las responsabilidades.
“En África, se dice que, cuando una persona enferma, todo el mundo está enferma. La aldea o la tribu son vistas como un enorme árbol, con millares de gajos. Cuando una parte de esa entidad viva enferma, es preciso re-examinar el árbol entero. Es por eso que, cuando alguien está enfermo, todo el mundo se preocupa; les hace recordar que existe un riesgo que afecta a todos” advierte la africana Sobonfu Some. (El Espíritu de la Intimidad, Ed. Odysseus)
En Occidente, en tanto, ocurre lo contrario: somos tentados a creer que sería posible aislarnos de todas las situaciones de conflicto y vivir en nuestro pequeño mundo. Pero, actualmente, cada vez más percibimos que no somos “piezas sueltas” de un rompe cabezas. El caos existente dentro y fuera de nosotros constantemente nos presiona y nos vemos obligados a reconocer que no podemos permanecer echados en una red, contaminados por la pereza.
La tendencia a “quedarnos en la red” es sustentada por la esperanza infantil de que alguien, o una fuerza mayor, irá hacer por nosotros el esfuerzo de vivir. De esta forma, la pereza nos debilita, tornándonos dependientes y sumisos a ese otro ente que irá tomar las providencias por nosotros. Al perder la habilidad de auto-sustentarnos, perdemos el placer advenido de la responsabilidad, esto es, el placer de conocer nuestro potencial de auto-sanación.
En general, nuestra mente es tan rígida! Apenas de oír hablar sobre la necesidad de “cambio’ ya nos ponemos tensos. Tenemos pereza de realizar cambios. En tanto, en el camino del auto-desenvolvimiento, no hay tiempo para “instalarnos en la red”. Tenemos que estar constantemente atentos a las disculpas que usamos para no buscar la evolución. No podemos confundir estabilidad con estancamiento, o seguridad con resistencia a los cambios.
“Quedar en la red” es como descansar en el medio de una corrida y acabar por confundir el descanso con la llegada.
Tener pereza significa estar presos en la trampa de dilatar para el futuro nuestra evolución personal, o de contentarnos con placeres inmediatos. Ambas actitudes consumen nuestra energía vital. Quedamos atascados, rendidos a nuestra propia inercia. Lo más grave es que así no cultivamos una base de sustentación para nuestra energía futura. En cuanto estemos entregados al hábito de la inercia, estaremos siempre faltos de coraje, tediosos y sin fuerza para movernos en dirección a lo nuevo.
Según la psicología budista, existen tres tipos de pereza:
La pereza del abandono, que surge cuando pensamos “por qué no dejar para mañana..?”.
La pereza ocupada, en la cual usamos totalmente nuestro tiempo haciendo una serie de cosas como disculpa para no hacer de hecho lo que sabemos que debe ser hecho.
La pereza por inferioridad, en la cual cultivamos la sensación de no ser capaces o que aún estamos inmaduros para hacer lo que sabemos que es necesario hacer.
La pereza nos paraliza. Es como un proceso de fuga en la cual evitamos lidiar con lo inevitable. Cierta vez, cuando Chagdug Rimpoche nos enseñaba la importancia de compararnos con aquellos que están en situaciones peores que la nuestra para poder reconocer nuestras oportunidades de crecimiento, yo le pregunté: “Y cuando somos nosotros los que estamos sirviendo de ejemplo para los otros, o sea, cuando somos nosotros que estamos en la peor situación”? Entonces, él me respondió: “En este caso, usted no tiene otra salida a no ser trabajar su pereza”.
