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Rescate del alma: cómo traer de vuelta el poder de tus dones

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 11/04/2013 11:07:21


por Teresa Cristina Pascotto - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

Todo lo que nos paraliza en el presente tiene que ver con situaciones en la niñez (relacionadas con vidas pasadas), cuando, en algún momento, expresamos nuestra fuerza y poder interiores de forma natural y espontánea, empleando nuestros dones naturales. En esos momentos, todo era simple y posible para nosotros, nada nos sujetaba ni nos detenía, ningún miedo se manifestaba en esos momentos de expresión natural de nuestra alma. Aquí, los recuerdos pasados de “acontecimientos adversos” – relativos a estos momentos de expresión – a pesar de estar grabados en nuestro inconsciente, no tenían poder sobre nosotros, pues la fuerza con que nos expresábamos era tan intensa e inocente, que no había lugar para creencias negativas ni para el poder destructivo del ego.

Fueron momentos sublimes, aun en nuestra tierna edad, que nos llevaron a acceder a toda nuestra fuerza y sabiduría interna, todo era simple y puro para nosotros, creíamos en la vida y en el amor, sentíamos la fuerza de la luz manifestada en nosotros y a través de nosotros.
Contemplábamos el mundo y sólo veíamos luz y belleza en todos. Sin embargo, toda esa capacidad de divisar la belleza del alma – en nosotros y en los demás – hizo abrirse también nuestra capacidad de contemplar la realidad oculta en el inconsciente humano – cada uno de nosotros, con su manera única de experimentar y comprender lo negativo y lo destructivo que cada ser humano lleva en sí. De esta forma, la misma fuerza que nos llevaba a brillar intensamente en amor y luz, expandiendo nuestra conciencia para mirar más arriba y más allá, para vislumbrar la verdad divina – con el corazón y no con la mente, pues aún no habíamos desarrollado los procesos racionales que nos permitieron ver límpidamente sin el cribo de la mente racional – también nos llevó a mirar “más abajo y más allá”, viendo y sintiendo la fuerza destructiva de la tercera dimensión. Al igual que hemos sido capaces de “saber” todo lo que existe en el Universo, en esos pequeños momentos de expansión, fuimos capaces de “saber” de toda la capacidad humana para destruir.

Vimos, no exactamente con la visión “normal”, la faz destructiva de nuestros padres y familiares y esto nos aterró; para algunos de nosotros, con capacidades más intensas de “ver”, las imágenes fueron prácticamente perfectas, vimos “monstruos y demonios” en la expresión de nuestros familiares. Con ello entramos en pánico, no teníamos con quien contar, no lográbamos expresar nuestro dolor y nuestro terror, porque nadie sabía de qué estábamos hablando, pues al igual que nosotros, allá atrás ellos también vivieron las mismas experiencias. Por no haber tenido el apoyo necesario de alguien que nos acogiese en nuestras creencias y nos orientase de forma sabia y amorosa, y por ya no querer sufrir más con esa expresión, la parte de nuestra alma implicada en esa cuestión no ha soportado el dolor y “huyó”, se escondió en un lugar frío y solitario, para no sentir más el dolor de vivir estas experiencias, tan divinas por una parte y tan aterradoras por otra.

Nos disociamos de esa parte de nuestra alma y “olvidamos” nuestros dones del “saber superior”. Disociados, ya no sentíamos aquella fuerza divina y maravillosa de conexión plena con la Conciencia Divina y con los aspectos más elevados de nuestro ser.

Pasamos a vivir de forma anestesiada, para no sentir. Pero esta insensibilidad nos ha llevado al estado de zombis, y fuimos, poco a poco, desarrollando y potenciando la mente racional y entregándonos a su dominio. Pasamos a “ser mente”, desconectados de nuestro cuerpo emocional y empleando el cuerpo físico únicamente para transportar la poderosa y señora absoluta de nuestra vida, ¡la MENTE!

En fin, hemos llegado al momento presente y advertimos que queremos algo más y no logramos saber qué es, la vida pierde su sentido, estamos cansados de seguir los impulsos de la mente que ha hecho de nosotros unos eternos insatisfechos, siempre buscando algo, sin nunca tener el goce verdadero de poseer ese algo, pasamos a “querer” por compulsión, sin que nos importe verdaderamente “tener”. Querer nos ha impulsado y nos ha traído la falsa sensación de estar vivos. Después de tantos años en esta pauta, obviamente nos sentimos exhaustos, fracasados y… ¡con ganas de desistir de todo!

A pesar de notar que queremos algo que viene de lo más hondo de nuestro corazón y de advertir que “sabemos cosas” que van mucho más allá del saber mediocre y limitado de nuestra mente racional, no somos capaces de ir más allá de esas sensaciones, es como cuando olvidamos una determinada palabra y decimos que la tenemos “en la punta de la lengua”, pero no la recordamos.
Sabemos que hay algo más, una fuerza, un poder, un saber, y sentimos que eso es lo que nos falta en nuestra vida para realizarnos y cumplir aquello que nuestra alma ha venido a hacer. Pero nos afligimos, porque esa fuerza que está aflorando en nosotros, nos conduce al bloqueo que hemos creado en la niñez y a las creencias asociadas a él, y no logramos creer que hay un medio de volver a sentir esos impulsos naturales de nuestra alma. Incluso porque estamos sin la “parte del alma” que posee ese poder. La frustración y la sensación de impotencia y fracaso se adueñan de nosotros, al mismo tiempo en que se intensifica la fuerza del deseo de buscar ese “algo indefinido”.

Si hemos llegado a este punto, debemos alegrarnos, pues ese es el momento en que empezamos un proceso de rescate del alma. No es una técnica única de “rescate de alma” (que se verifica en otras situaciones), pues no se trata tan sólo de descubrir dónde está escondida esa parte del alma y traerla de vuelta, sino además, de saber lo que es necesario modificar internamente en nosotros, para que ella se sienta segura para volver. Mientras aún tengamos las mismas creencias distorsionadas sobre ese poder en nosotros, mientras tengamos los viejos temores a esa expresión natural de esa parte de nuestra alma, no estaremos preparados para traerla de vuelta. Por eso es un proceso.Normalmente, en mis consultas, cuando detecto la disociación de una parte del alma de la persona, me pongo al rescate de esa parte y la encuentro, por lo regular, encogida en un rincón oscuro, con mucho miedo. Cuando me acerco para hablar con ella, es difícil establecer el contacto, pues ella está prácticamente “sin vida”. Tras mucho trabajo, logro contactar, y al entablar conversación con el alma ella me dice que no quiere volver, porque no se siente segura, pues ya no cree poder expresarse como antes sin que esto la lleve al pánico nuevamente. A continuación hago un tratamiento energético para intentar restablecer un mínimo de fuerza en el alma. Sólo entonces logro hacer que ella confíe y se deje llevar a un lugar de luz y poder, donde es recibida y acogida por Seres de Luz, que la conducen a un tratamiento intensivo, en el cual permanecerá hasta restablecerse totalmente, aguardando allí hasta que la persona trabaje en sí los contenidos que la llevaron a la disociación, lo cual ahora es posible, ya que ella tiene conciencia de esas verdades. La persona va a trabajar sus creencias negativas relacionadas con la expresión de sus dones, trabajará sus miedos en profundidad, y se fortalecerá – física, mental y emocionalmente – para convertirse en un “recipiente saludable y seguro”, para poder acoger de vuelta el alma, protegiéndola, pues ahora ésta va a expresarse nuevamente, con toda su fuerza y poder.


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