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SEDUCIDOS POR LA LUZ

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 26/07/2011 14:50:34


por Oliveira Fidelis Filho - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

Son cientos, miles, creciendo y, en sincronía, moviéndose hacia la luz, siempre. Individual y colectivamente, se nutren de la misma fuente, del mismo calor, de la misma luminosidad, de la misma energía pura. Para ellos nada es más importante, placentero y digno de contemplación que aquella adorable estrella. Hacia ella se mueven en incesante y deleitosa búsqueda de nutrición, calor, color y plenitud. Vivir para la luz es el objetivo supremo, lo que los hace ser tan espectaculares, aparte de fuente de energía para muchos. Cuando están reunidos, o incluso individualmente, es pura magia. Imposible contemplarlos sin sentirse elevado, arrebatado. Lo sagrado en ellos se revela de forma inequívoca y persuasiva.

En España se dice que hacen falta doce para dar suerte. En Hungría se cree que su semilla cura la infertilidad. Para el Feng Shui es integridad y fuerza que hospedamos en nosotros y deseamos compartir. Los florales preparados con su esencia se emplean para mejorar la autoestima y la confianza en sí mismo, proporcionando más voluntad y coraje. Están además los que creen que simbolizan longevidad y lealtad, aparte de fama, triunfo, suerte y felicidad.

Hablo del girasol, de un campo de girasoles. Posiblemente, arrebatado por su magia fue como el pintor holandés Vincent van Gogh produjo una de sus obras de arte más famosas: Doce girasoles en una jarra.

Contemplando un campo cubierto de girasoles, más de una vez fui llevado a pensar en el sentido de la vida. Para la especie humana, la vida tiene que tener sentido.

El Misterio de la Vida continúa dejando en abierto espacios propicios para os más variados mitos religiosos, elucubraciones filosóficas y teorías científicas. Encontramos dificultades para convivir con el misterio; se impone la irresistible necesidad de descifrarlo, ponerle nombre, etiquetarlo, de alguna forma domarlo, aunque sea con inconsistentes creencias.

Aunque se nos escape el origen y el propósito, permanece el hecho de que en ella existimos y nos movemos. Hacia doquiera que dirijamos la mirada, la percibimos burbujeando en su frenética necesidad de continuidad. En las más variadas formas, colores, texturas, volúmenes, densidad y niveles de complejidad, es fácil encontrarla poblando las aguas, la tierra y el cielo.

Sacrificios impresionantes se llevan a cabo por individuos de todas las especies para que la vida mantenga su curso en interminables y repetitivos ciclos. Observamos su existencia, cantidad, variedad, pero ¿cuál es su propósito?

En general, el sentido de la vida es más profundamente cuestionado en aquellos momentos en que parece no tenerlo. Se cuestiona el propósito de la vida cuando se está bajo los oscuros nubarrones del dolor, ya sea del cuerpo o del alma. Cuando nos fustiga el miedo, la soledad, la depresión, la tragedia, la pérdida, crece en nosotros la demanda acerca del propósito de la existencia. Por tanto, lo que fomenta el interrogante no es exactamente la vida, sino la parte de la vida que se ha dejado de sentir. Así, cuestionar el sentido de la vida es un fardo extra para aquellos en cuya existencia el sentido se ha perdido. Y cuando el vaciado es muy grande tiene la fuerza del vacuo, capaz de hacer implosionar el cuerpo en que se produce. En tales circunstancias el suicidio puede presentarse como una alternativa, no para poner fin a la vida, sino como una desesperada ansia de poner un fin a la ausencia de vida.

No cuestionamos el sentido de la vida cuando de ella nos sentimos plenos. Como un hilo o un río de energía que pasa a través de los más simples hasta los más complejos organismos, ella se impone deseosa de derramarse en plenitud. Y cuando plenamente se realiza se justifica, pues en la abundancia no existe la demanda de sentido. Teniendo por objetivo suplir la demanda de sentido, el Maestro Jesús declaró: “Yo he venido para que tengáis vida y la tengáis en abundancia”. El Maestro nunca cuestionó el sentido de la vida, tal cuestionamiento para Él no tenía el menor sentido.

Volvamos a los girasoles. ¿Qué les hace ser tan admirables, tan plenos, tan llenos de vida? Me gusta pensar que por medio de ellos la naturaleza deja pistas que pueden llevarnos a llenar la vida de sentido. Recordando a Carlos Drummond de Andrade “la naturaleza no hace milagros; hace revelaciones”. Por tanto, veamos lo que el girasol, este ilustre representante de la naturaleza, tiene para decirnos.

En primer lugar, que la vida ha de desarrollarse en dirección a la Luz. En la semilla de un girasol este objetivo está presente. Su esencia abriga esa vocación y de este objetivo él jamás se aleja. Germina, crece, florece y fructifica bajo el brillo de su adorable estrella. Cuando el fin se acerca, y ya no puede moverse, este loto de tierra firme mantiene sus “ojos” orientados hacia donde nace su estrella.

Esta también es la vocación de la especie humana. Como hijos de la Luz, bajo la energía de la Luz deben crecer, florecer, fructificar y co-crear, derramar bendiciones a semejanza de su Creador haciendo que la Tierra se desborde de buenos frutos, de iluminados ideales y de toda suerte de buenas obras.

En segundo lugar, que el resultado de alimentarse de la luz es volverse semejante a ella. Cuando la flor del girasol alcanza su ápice, expresa la forma y el esplendor del Sol que durante la vida lo ha guiado, convirtiéndose en fuente de encantamiento, de belleza y de energía. De igual forma se presentan aquellos que entre nosotros se alimentan de la Luz, haciéndose semejantes a Ella.

Cuando nos nutrimos del Sol de la Justicia, dejamos que su imagen y semejanza se reproduzcan en nosotros. Cuando nos alimentamos de la energía Crística, nos hacemos semejantes a Jesús. Nos convertimos en fuente de incondicional amor, de energía pura, de paz y de alegría.

En tercer lugar, que alimentarse de la luz hace que el propósito de la vida sea incuestionable. El propósito de un girasol reposa en la contemplación del Sol y en su consiguiente transformación a semejanza de su adorada Estrella.

Un ser humano deja de cuestionar el sentido de su vida cuando en su existencia sigue los “pasos” del girasol. Cuando se vuelve hacia Dios, permite que la esencia divina en él existente se manifieste. A semejanza del girasol, lleva en sí la divinidad, deseosa de contemplar la Luz para que en Ella se haga plena y desbordante de sentido.

Recordando a Friedrich Nietzsche, “yo también quiero el retorno a la naturaleza. Pero ese retorno no significa ir hacia atrás, sino hacia delante”, pues creo en que nuestra naturaleza es pura luz y puro amor. Lo que así no fuere es fruto del odio, de la mentira, de las sombras, del ego, y no del Amor, de la Verdad, de la Luz y del Ser.


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