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¡Sobre hombres, perros y el amor!

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 15/03/2010 15:28:16


por Flávio Bastos - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

“El conocimiento de la verdadera naturaleza espiritual del hombre y de su responsabilidad, es instrumento poderoso de progreso moral. Quizá el más eficiente para reducir el descompás claramente perceptible entre aquél y el progreso intelectual. Uno y otro habrán de acercarse, el día en que, definitivamente, se comprenda que inteligencia sin ética es como un árbol sin flores y sin frutos” (Milton Moreira)

La naturaleza, a la cual pertenecemos, es referencia para nuestros aprendizajes. Es en el ambiente natural salvaje o en el ambiente doméstico donde observamos cómo viven otras especies del reino animal.

Los perros adultos, por ejemplo, son organizados e incluso minuciosos cuando se trata de la educación de sus cachorros. Cuando éstos nacen, se inicia la fase de lactancia, asociada a hábitos de higiene del nido, cuando la madre, instintivamente, providencia la higiene de sus cachorros y la limpieza del local donde están, lamiendo las heces y la orina de éstos.

Con el paso del tiempo, la lactancia va cesando, al igual que la higiene de los cachorros y la limpieza del nido. Los cachorrillos, entonces, pasan a imitar a la madre – y al padre – que hacen sus necesidades fisiológicas en lugares alejados de donde la familia pasa la mayor parte del tiempo.

A partir de los sesenta días de vida, la madre prácticamente da por terminada su instintiva misión de educadora, o sea, los cachorros salen en busca de alimento y entran en la fase de la “independencia” – y de la supervivencia – orientados por el propio instinto.

Guardadas las debidas proporciones, como es obvio, más o menos de esa forma debería ser la relación entre los humanos durante la fase afecto-aprendizaje entre padres e hijos…

Uno de estos días, estaba observando la reacción de una perrilla callejera con sus cachorros de aproximadamente dos meses de vida, y comparándola con la relación de mi perrita y sus cachorros que son del mismo tiempo. La orientación instintiva es la misma, incluso lo lúdico entre ellos es muy semejante – prácticamente igual –, lo cual difiere de los humanos en el sentido de cierta confusión (o inseguridad…) en la elección de valores que forman parte del proceso educativo de nuestros pequeños.

Es curioso… porque la naturaleza hominal, dotada de inteligencia, emociones y sentimientos, suele complicarse cuando el tema es “educación de los hijos”, mientras que la naturaleza animal, considerada desposeída de inteligencia y razón, sigue desde hace milenios un patrón seguro durante la fase en que los cachorros más necesitan de cuidados de los padres.

Otra diferencia fundamental entre las dos especies, es el afecto (o amor…) que en la naturaleza animal se otorga en “dosis homeopáticas” y de una forma equilibrada en la relación padres-hijos, mientras que en la naturaleza hominal, o falta amor en esa relación o el amor se produce en “dosis exageradas”… o bien, a través de una relación bastante menos común, que es la armonía entre relación afectiva y acción educadora.

Las diferencias, a lo que todo indica, parecen estar en el nivel evolutivo de las especies, donde el hombre ocuparía la cima de la pirámide natural, lo cual obligaría a la especie a evolucionar en busca del amor, cuyo significado todavía desconoce en su plenitud…

Mientras ese encuentro cósmico no se verifica, las complicadas relaciones de amor del ser inteligente, acaban por ahogar su proceso de auto-conocimiento, porque el amor que es escaso ahoga, y el amor que es excesivo también. Por tanto, el desafío humano es encontrar el amor equilibrado o “camino del medio” que libera y permite la expansión consciencial a través del auto-descubrimiento.

Sin embargo, siendo nosotros seres potencialmente diferenciados de las demás especies de la naturaleza terrena, es extraño que tengamos que aprender con la armonía en las relaciones de afecto y de aprendizaje, de las especies menos evolucionadas que nosotros…

Nos parece que, con el paso de los milenios, la inteligencia humana en parte “conspira” a nuestro favor a través de la expresión artística, de los descubrimientos científicos, del buen humor y, especialmente, del impresionante avance tecnológico de las últimas décadas. Por otra parte, la inteligencia humana conspira en contra cuando se trata de asociar ciencia y trascendencia en el sentido de explicar el significado de la vida bajo el prisma de las múltiples vivencias del espíritu inmortal.

En ese punto es exactamente donde nos diferenciamos de nuestros hermanos “irracionales”. Es preciso comprender que sin el estudio de nuestra espiritualidad poco sabremos respecto de nosotros mismos y del significado de la vida. Y, en ese sentido – por el momento – nuestra inteligencia en nada supera la naturaleza animal en lo que atañe al instinto de supervivencia y de perpetuación de la especie…

Necesitamos avanzar en cuanto sociedad que estimula valores éticos y espirituales en sus relaciones humanas, porque es estimulando valores imprescindibles en la educación de nuestros hijos como tendremos futuramente adultos más saludables, felices y realizados.

Psicoterapeuta Interdimensional

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