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Sólo tú sabes de tus tinieblas y luces

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 02/05/2008 11:47:56


por Wilson Francisco - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

“Las personas me hacen sentir culpable por lo que tengo, por lo que soy y por lo que hago. Hoy por la mañana, analizando acontecimientos del día anterior, después de una visita y recordando otros hechos, he llegado a esta conclusión.” Así es como una amiga comienza su declaración.

Mira, amiga mía, la mayoría de las personas están, todavía, en una etapa de vida en que la inseguridad sobresale. La educación que se recibe está enteramente vuelta hacia la protección, inhibiendo las fuerzas latentes, que dormitan en nuestra alma. Al renacer, el Espíritu viene con una serie de propósitos, programas, sueños. Todo ello para realizarlo aquí en la Tierra.

Sin embargo, los impedimentos del día a día, la injerencia de los padres y la fragilidad que le es propia, acaban por inhibir sus iniciativas. Antiguamente, en mi infancia, los padres lo determinaban todo, incluso el lado de la acera por el cual debíamos caminar; la elección de las ropas, etc. Hoy es bastante diferente, lo veo en mis nietos, ellos deciden qué ropa comprar, qué les gusta comer, a dónde quieren ir. Son Espíritus más desarrollados, con más conciencia de lo que buscan y quieren. El dominio de los padres, en la actualidad, es bastante menor, favoreciendo el desarrollo de los niños y jóvenes.

Entonces, si tú has sido una persona dominada, que no ha desarrollado su manera propia de ser, fatalmente sufrirás con la opinión ajena. Sin iniciativa, dependerás de que otra persona te estimule para esta o aquella realización y casi siempre formarás tu opinión sobre ti y sobre el mundo, según lo que escuches, leas o veas.
Ese estado de dependencia es perjudicial, y de ahí proviene esa sensación de que nadie te aprecia, de que te ven como esto o aquello, de que interfieren en tus decisiones.

Si tú eres dueña de ti, si has desarrollado la capacidad de elegir lo que es mejor para tu vida, si sabes y decides qué camino quieres seguir en la vida, toda y cualquier opinión ajena tendrá poca relevancia, no será tan importante ni herirá tu corazón.

Ella continúa: “¿por qué, Wilson, las personas simplemente no se alegran por nosotros? Critican, desdeñan y juzgan.”

Bueno, amiga mía, estás exigiendo mucho de las personas. Cada cual busca su felicidad, incluso cuando alguien toma alguna iniciativa para ayudar, casi siempre lo que hace es querer transformar al otro en escalera para poder “subir” al cielo. La religión enseña esto, diciendo que es preciso practicar la caridad para estar con Dios, es necesario auxiliar al prójimo para eliminar expiaciones y probaciones en tu vida.

Es muy raro que oigas decir a un pastor, a un sacerdote o a un expositor espírita que tú tienes que ser feliz para después irradiar felicidad al mundo, que es importante que estés seguro de que las piedras del camino pueden ser demolidas, retiradas, con tu voluntad y fe en ti mismo y en Dios. Y más, que el otro es un espejo de ti, todo cuanto encuentres de equivocado, de sucio en otra criatura es porque en ti existe aquella suciedad. Que a medida que tú te limpies, te alegres, entonces sí, estarás en condiciones de dar apoyo a alguien. Y, en verdad, cuando tú estés así, ni siquiera necesitarás extender la mano, porque tu propio cuerpo y alma estarán automáticamente extendidos y listos para acoger el Bien y realizarlo en el corazón y el alma de las personas.

Ella clama: “Ya no soporto convivir con estos seres humanos, ¿qué quiere la vida enseñarme con esto? ¿Por qué vivo atrayendo a personas así?”

Respondo:
Somos seres en elaboración y atraemos en el otro aquello que está incompleto en nosotros. Observa a quienes están a tu alrededor, las dolencias que acometen tu cuerpo, las situaciones que se repiten en tu vida y seguramente tendrás un diagnóstico perfecto de lo que tú has sido, de lo que necesitas hacer y qué necesita transformación en ti. Después de hacer esa lectura, observa el alma de esa criatura que está ahí ante ti, observa en ella lo que hay de bueno, bendice eso. Perdónale, ella no es sabedora de lo que hace. Con esa actitud, retiras de tu cuerpo y alma la energía que ella te ha transferido. Deja ese equipaje allí mismo, no cargues con ello a cuestas, no te pertenece. Y sigue tu camino, realizando lo mejor por ti, a partir de esas preciosas informaciones que esa criatura, mensajera de Dios, ha traído a tu corazón.
Acuérdate de ese hombre y esa mujer, que están ahí ante ti, acusando, señalando con los dedos, obstruyendo tu vida, son saetas indicadoras del peligro, deja ese camino y sigue otro, hazte feliz, sólo tú puedes hacerlo.

“¿Será que ellos me ven con ojos de otras vidas?” Sí, eso puede ocurrir, traemos en nuestra atmósfera energética toda nuestra historia y algunas personas consiguen acceder a ese nuestro universo íntimo, bien porque tengan esa posibilidad de percepción, como también puede que sea un proceso en que nuestra alma o nuestro ángel de la guarda lo pone en evidencia, para que esa “visión” pueda aportar algo para facilitar nuestras decisiones de la vida.

Ahora bien, lo que hará la persona con aquella sintonía o lo que tú harás con la información dada es un problema personal de cada uno. Recibimos “toques” de la espiritualidad para indicar a una persona que ella debe caminar por ese o aquel camino, si en vez de esto, preferimos criticarla porque anda en el camino equivocado, es una opción nuestra.
El Universo coloca personas en nuestra vida, y a través de ellas nos advierte acerca de determinadas actitudes que estamos adoptando. Si en vez de reflexionar sobre la información y observar cómo estamos procediendo, preferimos entender que la persona nada tiene que ver con nuestra vida, que decidimos por nuestra propia voluntad qué hacer y ya está, entonces, la responsabilidad es nuestra.

Quien decide tu vida eres tú. Dios hizo su parte, ha creado al ser humano con talentos divinos, eternizantes y da a cada cual la oportunidad de desarrollar esos talentos, para convertirse, por voluntad propia, en un ser divino. La elección es personal. Porque, en realidad, amiga mía, no son los demás quienes determinan nuestros dolores, tristezas y desastres. Nosotros somos los que elaboramos nuestro cuerpo, nuestra vida y nuestro destino.

Y para finalizar, esa amiga hace una confesión interesante, diciendo: “Muchas personas me consideran linda, me miro al espejo, y lo que veo es alguien común; me encuentran antipática o entrometida, en realidad soy tímida; me consideran rica, mi mayor riqueza es mi espíritu; les parece que soy una madame, una niña pija. Soy una persona que trabaja, hago todo tipo de actividades; me dicen que tenga religión, que vaya a misa. Soy toda espíritu, alma. Dios es mi fuente de inspiración.” Que sepas que si las personas me viesen así, lindo, rico y entrometido, estaría muy agradecido a esas personas, porque a fin de cuentas, quién no quiere ser rico, con salud y dinero, para tener una vida tranquila; quién no ambiciona ser bonito, para reflejar esto a los demás; quien no desea ser un hidalgo, procediendo en la vida como un gentleman, pleno de afabilidad para con el semejante y por fin, todos queremos, no estar en la religión por casualidad ni tampoco para pasear por los templos, sino para estar religados a Dios, para que de esa comunión se pueda extraer coraje, discernimiento y solidaridad, herramientas importantes e indispensables para nuestra paz y alegría.


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