Son tantas las causas del desamor
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 29/08/2010 10:20:54
por Wilson Francisco - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Mira, amiga mía, si estás colocando una escoba detrás de la puerta de tu corazón para espantar la visita de la tristeza y de la angustia, ¡deja eso! Este puede no ser un buen camino. Busca otras actitudes. Una de ellas es no tener miedo de buscar un nuevo amor. Inténtalo otra vez. Cambia el vestido, pon brillo en tu mirada y ve en busca de la felicidad.
Sabes, yo y tantos otros psicoterapeutas tenemos cenizas que pueden cubrir las brasas que queman tu corazón. Pero solamente Dios y tú podéis quitar las brasas.
No importa de dónde ha surgido esa brasa que está ahí palpitando en tu pecho: vidas pasadas, negligencia, envidia... ¡Son tantas las causas del desamor! Pero la causa de un gran amor es una sola: ¡tu voluntad y decisión de ser feliz!
Abre la cortina de tu cuarto, tira o quema fotos y cartas del pasado. Reinventa una manera de volver a presentarte en el escenario de la vida.
Si el recuerdo de un gran amor insiste en bucear en tus pensamientos, pon en una copa de sueños gotas de las imágenes que guardas en el corazón y bebe esa medicina.
Como se dice popularmente, es el veneno de la cobra lo que cura la herida que ese reptil ponzoñoso ha puesto en tu sangre. Asimismo es verdad que para cura de un gran amor perdido, solo un nuevo amor intenso puede suavizar y rehacer la alegría en tu corazón.
Has pensado... ¿hace cuánto tiempo permaneces ahí asomada a los recuerdos, la rabia y la soledad? ¿Te mereces eso? ¿Es lo mejor que tienes para ti?
¡Venga! Sal de esa situación... Una muerte, un abandono, una actitud ruin e injusta no pueden ser mayores que el amor que tú te profesas a ti misma!
Presta atención, Dios desde lo alto te está observando y aguardando el momento oportuno para ayudarte y sacarte de esa situación.
Da el primer paso. Hay un bello camino ante ti.
Una cliente, una vez me dijo que si salía de casa con el corazón nebuloso, solo veía parejas discutiendo; gente con el semblante adusto. Pero si salía feliz, todo en torno a ella cobraba color y luz.
Intenta ese camino, ¡tú puedes ser feliz!
Observa cómo vienes vistiéndote, qué aderezos vienes colocando en tu cuerpo.
Dios nos ha inventado para que fuésemos felices. Y esculpió en nuestro cuerpo detalles importantes de su propia divinidad en nosotros. Tus ojos pueden brillar como perlas; tus manos pueden tocar con cariño el rostro de alguien; tu voz puede suavizar almas y tu cuerpo puede ancorar la felicidad de tu propia alma transformándose en un templo de luz...
