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MÉDIUMS Y MEDIUMNIDAD

Publicado por WebMaster em STUM WORLD

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por Maísa Intelisano - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

El término médium fue creado por Allan Kardec, el codificador del Espiritismo, en 1861, cuando publicó la primera edición de El Libro de los Médiums. La palabra proviene del latín y significa intermediario o intérprete, pero Kardec la adoptó para designar a “toda persona que siente la influencia de los espíritus, en cualquier grado de intensidad”. Para Kardec y los espíritas, por tanto, médium es aquella persona que sirve de intermediaria o intérprete entre el mundo de los “vivos” y el mundo de los “muertos”. Sin embargo, los fenómenos espirituales son mucho más antiguos que eso, tan antiguos como el propio ser humano y anteriores a cualquier religión, y siempre han estado presentes, de forma muy natural, en las más diferentes culturas, tradiciones y épocas. Y vamos a encontrar el contacto con lo “mágico” o lo “sobrenatural” entre los celtas, los hebreos, los griegos, los romanos, los sirios, los persas, los hindúes, los egipcios, los chinos, los chamanes de los más diversos orígenes, etc.

El contacto con el mundo espiritual ha sido siempre muy común, principalmente en los medios religiosos, aunque tuviese otros nombres y objetivos. En las tribus humanas primitivas, las manifestaciones “mágicas” casi siempre denotaban la presencia de espíritus (“almas” o “sombras” de los muertos). En las actividades religiosas de las civilizaciones antiguas, la consulta y la comunicación con “dioses” y “fuerzas espirituales” eran comunes, aunque no se hablase exactamente de médiums y mediumnidad, toda vez que, en aquellos tiempos, las personas que tenían la facultad de comunicarse con los espíritus o las correspondientes fuerzas eran denominadas sacerdotes, magos, hechiceros, brujos, santos, profetas, oráculos, pitonisas, etc., lo cual sin embargo no impedía que la capacidad de comunicación espiritual estuviese presente, aunque solo potencialmente, en todas las personas.

Kardec tuvo, sin duda, el gran mérito de haber sido, probablemente, uno de los primeros en sistematizar el estudio de esos fenómenos y de las personas con quienes éstos se producían, recolectando, organizando, clasificando y, principalmente, popularizando informaciones que andaban dispersas por los más variados puntos del mundo y de la historia en poder de unos pocos privilegiados, pero no creó los fenómenos. Así, aunque el término médium sea relativamente reciente y, quizá, el más popular para designar a las personas con esa capacidad, el fenómeno, en sí, es tan antiguo como la propia humanidad, con independencia de región, época, cultura y religión, y siempre ha sido vivenciado de forma muy natural.

Por esa razón la mediumnidad no puede ni debe ser encarada como algo religioso, ni como propiedad de cualquier religión, y mucho menos como patología, sino únicamente como una de las manifestaciones trascendentes de la conciencia, con aspectos que envuelven no solo la dimensión espiritual del hombre, sino además su dimensión física y psicológica, debiendo ser estudiada y trabajada en conjunto con la Psicología y la Medicina. Hoy, ya constan investigaciones en esos campos que indican el carácter orgánico de la mediumnidad y de los fenómenos psicoespirituales, obligándonos a una revisión de los conceptos establecidos, así como de todos los procedimientos y modos de tratar esos fenómenos.

Aparte de eso, es preciso observar que muchos fenómenos considerados mediúmnicos o resultantes de la influencia de espíritus, son, en realidad, fenómenos de la conciencia, del propio ser encarnado, cuya dinámica y sensibilidad lo llevan a entrar en contacto directo con aspectos todavía no completamente conocidos o comprendidos de su propia condición humana o de su propio inconsciente. Por eso, antes de trabajar la mediumnidad o la paranormalidad, es preciso trabajar al supuesto médium, al supuesto paranormal, ayudándole a equilibrarse y a comprender mejor lo que le ocurre, y por qué.

Los llamados fenómenos espirituales no pueden, por lo tanto, continuar siendo tratados como artículo religioso o subproducto de la religión, ni ser simplemente clasificados como patológicos, toda vez que son fenómenos naturales, inherentes a la condición humana. Así, es necesaria una nueva perspectiva sobre esa capacidad natural que nos pone frente a frente con nuestra verdadera esencia, proporcionándonos autoconocimiento y desarrollo personal y espiritual.

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