El otro día, conversando con una amiga, ella me contaba sobre el final de su relación. Hablaba de lo triste que estaba, de cuán angustiada y decepcionada se sentía con la conversación que tuvieron cuando él decidió romper el enamoro.
Como es costumbre, percibí que aquel desahogo servía para que ella se sintiese un poco mejor, al final, en un momento como ese, todo lo que deseamos es un poco de amparo y acogimiento de aquellos que gustamos y en quien confiamos.
Intenté hacer eso. Mostrar el lado bueno de la situación. Ponderar sobre lo que estaba aconteciendo hace algún tiempo entre ellos y que no les estaba haciendo bien a ninguno de los dos y demás.
Nuestra conversación seguía muy bien hasta que ella hizo un comentario - infelizmente, no tan raro como yo creo que debería ser. Como la mayoría de las personas hace después de una pelea o un rompimiento, ella también se quejó de un comportamiento que tuvo delante de él, mientras la delicada y dolorosa decisión era tomada.
Dice que de todo lo que sucedió, de lo que más se arrepentía era de haber llorado, de haber demostrado cuanto gustaba de él y cuán difícil sería olvidarlo. Se lamentó haber sido tan “débil” y por haber dejado que él se sintiera el “ganador” frente a la situación.
Por algunos instantes me quedé pensando si debería manifestar mi opinión - tan contraria a la de ella – en aquel momento, o si debería dejar para un momento menos emocional. Pero concluí que, justamente por estar tan movilizada, tal vez fuese aquel el momento de percibir cuán importantes y humanas son la transparencia y la manifestación del corazón.
Comencé cuestionando por que será que la mayoría de las personas cree que demostrar un sentimiento verdadero, exponer el corazón y especialmente llorar delante del otro ¿es ser débil, es ser un perdedor, y quedar por debajo, sentirse inferior y disminuido? ¿No seria exactamente lo contrario?
Será que invertir las apariencias ¿es realmente una señal de fortaleza o de superioridad? ¿Será que erguir los escudos y apuntar las armas al otro es realmente la mejor manera de sentirnos bien, aliviados y satisfechos delante de una circunstancia donde, en verdad, el corazón está sangrando, doliendo, sufriendo?
Entiendo que tenemos miedo de ser “atacados” en el momento en que bajamos nuestras armas, pero no es eso lo que he visto, ni en mis experiencias personales ni en las experiencias que tan atentamente procuro observar.
Lo que descubro, cada día más, es que un corazón – delante de otro - se rinde casi inevitablemente, desarmado por la sutileza de su grandeza, de su verdad. O sea, casi siempre que demostramos lo que realmente estamos sintiendo, sea este sentimiento recíproco o no, el otro no se atreve a lastimarnos más.
Muchos de nosotros somos dotados de una inteligencia afectiva que nos hace reconocer el coraje de alguien que, a pesar de su miedo, se despoja de su orgullo, de su arrogancia, de este deseo mezquino de querer parecer “el vencedor”, y simplemente es gente, con todas las limitaciones que esta condición le confiere.
Porque cuando bajamos el tono de voz, embargada por un dolor que es intransferible,
cuando no nos escondemos detrás de frases-hechas, de acusaciones incesantes y de una postura mediocre y artificial, lo que queda a la vista es un alma que sigue su destino con humildad y dignidad, y un corazón que se rehúsa a andar a contramano!
Rosana Braga é Especialista em Relacionamento e Autoestima, Autora de 9 livros sobre o tema. Psicóloga e Coach. Busca através de seus artigos, ajudar pessoas a se sentirem verdadeiramente mais seguras e atraentes, além de mostrar que é possível viver relacionamentos maduros, saudáveis e prazerosos.
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Publicado por Rosana Braga
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