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Psicosomática IX: El dolor de la Emoción

Psicosomática IX: El dolor de la Emoción
Publicado dia 4/8/2020 11:34:59 AM em STUM WORLD

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Traducción de Teresa - [email protected]

El dolor no surge únicamente por estimulación periférica, sino además por una experiencia del alma, que reside en el corazón.
Platón


¿Qué podemos decir sobre aquel dolor que muchos definen como dolor del alma o dolor en el corazón, pero que, en realidad, no presenta nada con que se pueda comprobarlo en los análisis de laboratorio? Está claro que sabemos que el dolor, tanto físico como emocional, es esencial para la supervivencia e integridad de nuestro organismo, pero en ciertos momentos pensamos que no vamos a ser capaces de soportarlo. Pero ¿cuál es el significado del dolor emocional?

Dolor, etimológicamente, proviene del latín dolore. Sufrimiento moral, disgusto, pesar, aflicción, duelo, compasión. Es, asimismo, la emoción típica de una tristeza profunda, que a menudo llega a causar llanto. El dolor puede ser utilizado por el inconsciente con la finalidad simbólica de expresar un mensaje, destinado al mundo o a alguien en especial, que incluso podemos ser nosotros mismos. Esto significa que el dolor puede querer decir algo, puede tener un significado. Cuando una persona emplea la expresión: tú has herido mis sentimientos, puede que esté diciendo la pura verdad. El dolor de un rechazo no es menor que el que sentimos al machacar un dedo. No hay un dolor más grande o más pequeño, con independencia de la circunstancia que lo haya producido. Es preciso entrar en contacto no con los factores externos que han desencadenado el dolor, sino con su significado dentro de la psique, pues con frecuencia el dolor es el inconsciente, expresándose de forma simbólica.

De los varios tipos de dolor citados en la literatura, quiero referirme aquí al dolor que viene de dentro, sin ningún estímulo concreto externo; el dolor emocional, llamado dolor psicogénico (de origen psíquico); se trata de ese dolor para el que no se ha encontrado ninguna dolencia o lesión, y que se considera síntoma frecuente en personas que padecen conflictos emocionales y tienen tendencia a negar tales conflictos, los cuales pueden hacerse presentes por medio del dolor. Es muy común que el dolor sea más intenso en quienes tienen dificultad para expresar lo que sienten, por cierto bloqueo en la expresión afectiva. En tal caso, la persona arrastra una agresividad contenida, como una energía represada, reprimida, que necesita ser liberada, extravasada, y es posible que esa agresividad se dirija no solo hacia los demás, sino principalmente hacia sí misma.

Aun el dolor físico sin causa concreta depende de la sensibilidad de cada cual, diferenciada por el umbral doloroso. En períodos de mucha tensión ese umbral también puede reducirse, ya que está relacionado con las endorfinas (sustancia liberada en el interior del organismo), semejantes a un analgésico. Y el nivel de las endorfinas está relacionado con nuestro estado emocional. Esa tasa tiende a la baja en las personas deprimidas, que por eso sentirán el dolor con más intensidad. No podemos negar que, incluso respecto del dolor físico, la emoción es un factor importante.

El modo de encarar un daño que se ha sufrido puede determinar la intensidad y duración del dolor, que puede hacerse más intenso cuando es ignorado o castigado. Es preciso comprender cómo se siente la persona y lo que eso representa. A decir verdad, el dolor emocional es uno solo: depende exclusivamente de quien lo padece, por lo regular en silencio, en la oscuridad del cuarto, sin que nadie más lo sepa, porque casi siempre se vería reprimido si lo expresase, tal como hemos aprendido de pequeños.

En el dolor psicogénico hay algunos rasgos importantes en los denominados pacientes propensos al dolor, tales como:
- Énfasis en la culpa;
- Historia de sufrimientos frecuentes;
- Intensos impulsos agresivos no satisfechos;
- Dolor que aparece frente a una pérdida, real o como amenaza.
Es interesante notar que lo que ha dado origen al término inglés pain, que traducido significa dolor, fue la palabra latina poena y la griega poiné, significando ambas castigo, punición, verificándose así una connotación entre castigo y dolor. Muchos entienden el dolor como castigo/punición, principalmente cuando se sienten culpables. La culpa generalmente intensifica la percepción del dolor, y conlleva una necesidad inconsciente de punición, que a menudo dificulta la elaboración y comprensión del conflicto que lo ha causado. La culpa siempre da lugar a la necesidad de auto-castigo.

En el dolor emocional no hay lesión ni enfermedad, pero la impresión física parece real. Hay cierta angustia por todo el cuerpo, que produce opresión en el pecho, dificultad para respirar, sensación de que el corazón se va a partir. Es común la expresión: duele en el alma, en el fondo del corazón. El dolor, en el corazón de nuestro ser, es la señal incontestable de que pasamos por una probación. Cuando aparece un dolor, podemos creer que estamos atravesando una prueba decisiva. La prueba de la separación de alguien, que nos deja súbita y definitivamente, nos trastorna y nos obliga a reconstruirnos. Sería falso considerar que el dolor psíquico es un sentimiento causado exclusivamente por la pérdida de un ser amado. Puede ser igualmente el dolor por un abandono, cuando el amado nos retira de pronto su amor; una humillación, cuando nuestro amor propio se ve profundamente herido; una decepción; una espera. Los motivos que nos producen dolor pueden ser muchos, pero en general el dolor solo existe sobre un fondo de amor. Pero ¿cómo reconstruir, frente a tanto dolor?

El dolor no solo tiene aspectos negativos, es una forma de advertencia, de alarma, una enorme señal que nos dice que algo no está bien, y que debemos tomar conciencia de los sentimientos originales reprimidos y negados. Cuanto más importante es el factor que desencadena el dolor, o sea, la causa del dolor original, más se sentirá. Por eso es muy frecuente un dolor intenso, sin fin, al terminar alguna relación, ante la muerte de una persona amada, en fin, en las situaciones de pérdida. Si el dolor emocional implica sufrimiento, y éste es el resultado de un conflicto reprimido, ciertamente podemos tratar de identificar el origen de ese dolor, confrontar todo lo que conlleva, explorar toda la situación en que se envuelve, identificar culpas, historial de vida, en fin, enfrentándonos a aquello que tanto daño nos hace, por medio de un proceso terapéutico, a fin de evitar que llegue a instalarse alguna enfermedad. ¡El dolor siempre constituye una señal de advertencia! A cada cual incumbe preguntarse: ¿qué quiere transmitirme ese dolor? ¿Qué es lo que tengo que comprender, que aprender? Y, claro está ¡hay que estar dispuesto a escuchar la respuesta!Todo sufrimiento que adviene del dolor emocional puede ser una forma de indicarnos, a nosotros, seres humanos tan (in)seguros de lo que deseamos, que ese momento de sufrimiento, de desesperación, de inconsciente dolor emocional o del alma, puede recibirse como señal de la necesidad de atender más a la espiritualidad y al auto-conocimiento. El dolor emocional puede ser una de las formas de llevarnos a Dios, cada cual del modo como lo concibe, si bien desde el punto de vista psicológico puede entenderse como la búsqueda de sí mismo. O sea, la comprensión del mensaje, aunque simbólico, que transmite el dolor emocional, puede ser el diferencial que nos conduzca al crecimiento y a la curación.

por Rosemeire Zago

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Sobre o autor
zago
Rosemeire Zago é psicóloga clínica CRP 06/36.933-0, com abordagem junguiana e especialização em Psicossomática. Estudiosa de Alice Miller e Jung, aprofundou-se no ensaio: `A Psicologia do Arquétipo da Criança Interior´ - 1940.
A base de seu trabalho no atendimento individual de adultos é o resgate da autoestima e amor-próprio, com experiência no processo de reencontrar e cuidar da criança que foi vítima de abuso físico, psicológico e/ou sexual, e ainda hoje contamina a vida do adulto com suas dores.
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