El que quiere milagros espera siempre progresar por medio de ellos y, si los pide en oraciones y pensamientos, es porque desea realmente alcanzar algo mejor.
Lo cierto es que todos aprendemos, desde muy pronto, que progresar es una necesidad, una obligación, y que los milagros no existen.
No obstante, nunca nos hemos interesado en preguntar el por qué de progresar, a cada instante, en todas las actividades a que nos dedicamos, con toda la energía, como si eso fuese un instinto, una apelación.
Todos, aunque inconscientemente, buscamos el progreso y, en el fondo, el milagro también, en nuestro camino. Pero ¿será cierto que trabajamos lo bastante para ello?
¿Será suficiente únicamente nuestra esperanza en días mejores para traer la felicidad y la armonía a nuestro hogar?
¿Será bastante únicamente nuestra fe sincera para conducirnos, en espíritu, a la luz y a la paz?
¿Será eficiente tan sólo nuestra plegaria sentida para sanar y restablecer al ser querido lesionado o indispuesto?
¿Será posible lograr que los demás crean en nuestras buenas intenciones únicamente por nuestras palabras?
¿Será cierto que el dinero caería del cielo si nos pusiésemos a creer en ello fielmente y pasásemos a pedirlo y a esperarlo las 24 horas del día?
Sinceramente, considero que no, pues los milagros vienen como respuesta y reflejo de nuestro esfuerzo sincero y dedicado en las tareas que nos están destinadas y a las cuales nos entregamos.
Sólo aprendemos si nos damos al trabajo de estudiar. Sólo nos curamos si nos damos al trabajo de ponernos en tratamiento. Sólo conquistamos la confianza de alguien si nos damos al trabajo de proceder correctamente con él, demostrando cuán dignos de confianza somos. Sólo crecemos si nos damos al trabajo de nacer. Y sólo renacemos porque anhelamos, ardorosamente, nuestro propio progreso.
¡He ahí el milagro! La vida es un constante trabajo de progreso y evolución, ¡y eso, por sí sólo, ya es un milagro!
Todos nosotros somos milagros divinos y para que estos milagros no se vuelvan estáticos y pierdan su belleza es preciso que todos busquemos el mejoramiento interior, la reforma íntima, el crecimiento espiritual.
Todo y todos progresan a todo instante incluso cuando no quieren y, para ello, todo y todos trabajan continuamente, aun sin darse cuenta.
Pero ¿no sería mejor trabajar conscientemente en el sentido de alcanzar lo que deseamos?
Los milagros pueden producirse a cada paso en nuestra vida si nos proponemos emplear toda nuestra capacidad en el servicio constructivo. Por eso, si queremos progresar efectivamente, debemos siempre darnos al trabajo de vivir intensamente, con todas las energías, sin miedo, sin pereza, con mucha fe, alegría, esperanza y amor por la vida y por el trabajo que ella nos da.
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Publicado dia 10/13/2013 12:18:07 PM em STUM WORLD
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