Todo lo bueno que deseamos para nosotros ya está siendo registrado y hasta sucediendo también en las dimensiones superiores. Esto sucede a causa de la fuerza de nuestros pensamientos, por la intensidad de nuestros deseos o incluso por las palabras positivas y afirmativas que proferimos.
Hemos de tener cierta cautela, por nuestra ansiedad y por nuestras inmensas ganas de ver nuestros deseos realizados, para no pronunciar palabras que puedan atraer el fracaso y, naturalmente, la infelicidad.
Todo cuidado es poco para no desviar nuestros pensamientos hacia algo negativo. Debemos tener siempre buenos deseos para nosotros y para el prójimo, pues la ley del retorno es implacable. Ya en otro momento escribí sobre el año luz, donde un gran telescopio capta imágenes de lo que ocurrió hace miles de años. Eso significa que lo que vivimos en el presente ya fue pensado y deseado por nosotros en el pasado. Todo sucede a una velocidad pasmosa, sobrepasando dimensiones, hasta volver a nosotros.
Nuestras afirmaciones, hechas con determinación, abren o cierran puertas. Debemos siempre pedir y visualizar que, por ejemplo, llegar a tener una casa es determinante para nuestra vida. Estoy pidiendo y determinando que yo necesito una casa. Se trata de una petición natural, pues todo ser humano tiene ese derecho divino a tener una casa para vivir. Yo necesito un trabajo para mantenerme y a mi familia. Otra petición de derecho divino. Esas y otras muchas peticiones hechas de forma correcta, determinada y con mucha fe, ciertamente ya estarán sucediendo en otras dimensiones, retornando a nosotros, y ya haciéndonos sentir agradecidos y felices.
Es preciso agradecer por el cumplimiento de una petición incluso antes de que se materialice, nunca olvidando que todo aquello que pensamos conseguir debe venir de forma perfecta, honrada y conforme a la voluntad divina.
Es imposible atraer hacia nosotros más de lo que pensamos. Es imposible también comprometernos a hacer más de lo que podemos, pues siempre nos situamos limitados por la expectativa de nuestro subconsciente. Para poder recibir más es preciso que nuestras expectativas sean mayores. No debe existir miedo al desear, pues nos convertiríamos en incrédulos.
Una leyenda muy interesante cuenta de un pobre que iba por la calle cuando encontró a un señor que le dijo: Amigo, veo que eres pobre. Te daré una barra de oro para que la vendas y te hagas rico. El pobre se puso muy contento con la suerte que había tenido y llevó el regalo a su casa. Al otro día le surgió un trabajo, que abrazó con mucha determinación. Luego fue ascendido, convirtiéndose en accionista de la empresa y, por consiguiente, en un hombre rico. Ya no pensaba siquiera en vender la barra de oro. Un buen día, paseando con su familia, encontró a un mendigo. Se compadeció tanto de aquel hombre que lo llevó a su casa y le dio la barra de oro, diciéndole: toma, véndela y saca dinero para el resto de tu vida. El mendigo le dio las gracias y corrió a un orfebre para vender el oro. Al analizar el material, éste observó que no era más que una barra de latón.
Podemos decir que el primero prosperó porque tenía un sentimiento de riqueza. Nunca tuvo la duda de si aquella barra era o no de oro.
Cada uno de nosotros lleva una barra de oro en su interior. Nuestra conciencia del oro y de la prosperidad nos traerá la riqueza de la vida. Al hacer nuestras peticiones debemos empezar por el final, afirmando que ya lo hemos recibido y agradeciendo por ello al Divino. Dios dijo: “Antes de invocarme, te responderé”. Una afirmativa continua es la mejor manera de tocar con la fe nuestro subconsciente. Por eso los mantras son tan poderosos.
Hemos de tener una fe perfecta. ¡No hay necesidad de hacer más de una afirmación! No es preciso llorar ni implorar, humillándose en el deseo. Es preciso, sí, dar gracias repetidas veces, como si éste ya hubiese sido atendido. De esa forma, franquearemos las barreras y alcanzaremos la última dimensión. Al retornar, pasaremos por otras dimensiones, lo cual hará que todo lo que pedimos se multiplique.
Pienso, todos los días, en diversas puertas delante de mí, por donde tengo que pasar. Cada una de ellas representa una de mis peticiones. Las veo siempre abiertas y entro, como si ya estuviese vivenciando lo que deseé, y a continuación las cosas van sucediendo. Claro que también debo hacer mi parte y buscar el camino del bien para alcanzar lo que tanto anhelo.
Nunca debemos desistir de pedir aquello que necesitamos y nos parece justo, jamás poniendo en duda su realización. “Aquel que duda es semejante a un agujero en las dunas, por donde el viento pasa sin percibirlo. Si no se sopla la arena para tapar tal agujero, el viento que viene del universo tampoco lo tapará, y entonces nada cambiará”.
Para que nuestra petición sea atendida, no debemos ceder a otras expectativas, pues esa actitud ciertamente desviará nuestros pensamientos. Un mantra es importante para que no dejemos ocurrir tal desvío. Un poco de tranquilidad y persistencia es necesario para poner a prueba nuestra fe.
Las más de las veces los resultados vienen en la última hora, pues en esa ocasión abandonamos el raciocinio y perdemos el foco. Con eso, las energías encuentran espacio para acomodarse, abriendo las puertas de la tristeza.
Cuando seamos capaces de no preocuparnos por nuestros problemas, es decir, cuando sepamos descargar nuestro fardo, alcanzaremos la realización instantánea de todas nuestras peticiones.
BNN
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Publicado dia 10/27/2013 12:04:54 PM em STUM WORLD
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