La obesidad es resultado de varios factores: genéticos, biológicos, nutricionales y psicológicos. El factor emocional puede tener un papel tan decisivo cuanto el genético, llevando a la persona a comer más.
Son varios los desequilibrios emocionales que pueden provocar el aumento de peso o impedir que la persona adelgace:
Compulsión alimentaria: hace que la persona coma no por hambre o placer, sino por ansiedad, apresuradamente, ingiriendo grandes cantidades en corto período de tiempo. Después, se siente culpable o arrepentida. A menudo los que padecen esa compulsión están llevando una dieta personalizada, equilibrada y sabrosa, pero repentinamente empiezan a comer sin control, muy deprisa y a escondidas. Y sólo paran cuando están ahítos, cansados o sienten malestar. Entonces llega el arrepentimiento, más ansiedad y otra dieta más llega al fin.
Depresión: afecta al individuo como un todo. Quienes están deprimidos presentan, entre otros síntomas, una alteración en la conducta alimentaria que puede llevar al aumento de peso. La persona está desmotivada para la dieta, pesimista y se desprecia a sí misma.
Ansiedad: se presenta en diversas formas: pánico, fobia social, ansiedad generalizada, agorafobia, estrés postraumático, fobias específicas, entre otras. Personas tensas, preocupadas en exceso, con pánico o miedos diversos, pueden buscar en el alimento un “remedio” para sus males, para un estado interior de desazón indefinida.
Estrés: está comprobado que el estrés tiene influencia sobre el peso corporal, ya sea por el aumento del cortisol circulante en sangre o bien por la cantidad de alimento ingerida, que pasa a actuar como “mecanismo anti-estrés”.
Dificultades sexuales, conyugales, afectivas o de relación: es siempre importante verificar qué es lo que se oculta por detrás de la obesidad o del exceso de peso. La gordura puede servir de “escudo” para evitar relaciones, no asumir la propia sexualidad o incluso como forma de “rebelión pasiva” frente a situaciones conyugales conflictivas. Problemas de relación familiar y social, como son la timidez excesiva, la agresividad social y la baja asertividad, también pueden llevar a una persona hacia el plato.
Impulsividad: personas que no son capaces de aplazar la gratificación inmediata de un impulso – comer es gratificante a cortísimo plazo, adelgazar lo es a medio plazo – son más vulnerables a sabotear la dieta.
Cuando están presentes ciertos desequilibrios emocionales, tanto si son causa como si son efecto, dificultan o hacen inviable la pérdida de peso.
Publicado dia 6/5/2014 10:51:59 AM em STUM WORLD
