“Sólo tiene derecho a criticar aquel que pretende ayudar”;
(Abraham Lincoln)
Sábado, 17 de enero de 2009, Anhembi, São Paulo. Tras 14 años, Elton John vuelve al Brasil para dos conciertos. Yo estaba allí.
La actuación tuvo inicio británicamente a las diez de la noche y avanzó por la madrugada del domingo, regado por la eventual garúa paulista. Las primeras canciones no enardecieron tanto al auditorio, pero cuando las más exitosas empezaron a ser entonadas, el público acompañó cantando y se sintió recompensado por las horas de espera.
Al término del espectáculo pude observar y escuchar comentarios de satisfacción por todas partes. El ídolo pop demostró carisma y entregó a los presentes exactamente lo que querían y le era posible ofrecer a lo largo de más de dos horas.
Al día siguiente me sorprendo con críticas en los periódicos calificando la atracción como “mediocre y previsible”. Según los comentaristas, la “fase más creativa” del cantante dejó de ser explorada. Quienes leyeron estas opiniones y no estuvieron en la función pudieron incluso sentir cierto alivio por no haber asistido. Pero quienes las leyeron y presenciaron la actuación deben haber quedado con la impresión de que el crítico no había ido al mismo espectáculo…
Los eventos musicales, en su mayoría, son apreciados cuando desfilan composiciones consagradas, invitando a interaccionar, incentivando a acompañar al vocalista en cada estribillo y estimulando a bailar con cada acorde. Claro que hay ocasiones, en especial en el lanzamiento de nuevos trabajos, en que el público asistente marca presencia preparado para oír lo nuevo, disfrutando del talento creativo de su artista. Definitivamente, no era este el caso la noche del último sábado.
Pero, a fin de cuentas ¿qué quieren los críticos? O mejor, ¿cuál es la función del trabajo que ejercen? A un artista, sea actor, cantante, compositor, escritor, etc., le recuerdo a San Agustín que decía: “Prefiero los que me critican, porque me corrigen, y no los que me elogian, porque me corrompen”. En otras palabras, la crítica sincera, honrada, que indica caminos asertivamente, es benéfica y esencial. Favorece la reflexión, actúa como antídoto para la prepotencia y la arrogancia. No empequeñece, sino que eleva.
No obstante, con la mirada dirigida al público, me gustaría que los críticos produjesen textos capaces de captar y retratar las emociones en lugar de intentar imponer una retórica personal, una estética pasterizada y una verdad absoluta de quien parece ansioso por mostrarse altivo y “formador de opiniones”.
* Tom Coelho es educador, conferenciante en gestión de personas y negocios, escritor con artículos publicados en 17 países y autor de nueve libros. E-mail: [email protected]. Visita: link, link y link
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Publicado dia 11/9/2017 12:50:30 PM em STUM WORLD
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