Criticamos mucho. Todo aquello que no se encaja en nuestros paradigmas, es objeto de la venenosa comparación. De juzgamiento. De condenación. De exclusión. No percibimos que esta crítica, en el fondo, es una defensa contra aquello que, de alguna forma, consideramos nos puede hacer daño.
Rechazamos aquello que nos asusta. Que nos amedrenta. Que nos agrede. Aunque, en general, jamás vayamos a ser alcanzados por las personas a quienes criticamos. La crítica es un elaborado juego de la criatura interior herida, que después de adulta, usa de argumentos lógicos y llenos de razón para defenderse de cuestiones emocionales mal resueltas del pasado.
Por ejemplo, cuando era pequeño me sentí rebajado y ridiculizado por mi hermano y mi abuelo, que siempre sabían más, y según mi punto de vista de niño, despreciaban mi saber inocente e infantil. Yo era bobo. Burro. Ridículo. Estúpido. Me sentía enfurecido por esta desvalorización y después triste, por no considerarme a la altura del conocimiento de ellos. Por no poder formar parte de las conversaciones y las bromas.
Tras haber crecido, cuando alguien (y esto sirve para cualquier persona, conocida o no, real o del mundo virtual), de alguna forma desafía mis conocimientos y posicionamientos, es muy normal que la ira y la tristeza de aquella criatura herida de antiguamente, vuelva. ¡Y entonces estallo contra la persona! O le vuelvo la espalda. Golpeo, a través de las palabras. O la abandono. Mientras estamos identificados con los dolores del pasado, no nos abrimos para el amor. Nos aislamos en nuestro mundo intelectual y emocional, y miramos al otro como posible enemigo.
El mundo de las redes sociales hace viral la crítica. Somos animados a tomar partido contra esto o a favor de aquello, en nombre de argumentos a veces buenos, a veces pésimos. ¿Qué es lo que hay por detrás de estas posturas? Según mi parecer, una profunda herida colectiva, donde tantos se sienten desvalorizados, y creen que, al tomar partido, están "perteneciendo". Pero ¿cuál es el coste de esta sensación de "pertenencia"?
El precio a pagar es excluir a aquel que no piensa o no actúa como tú.
Te invito a que pienses mejor antes de creer en tus propias críticas. No digo: deja de criticar, sino. deja de creer que tus argumentos son verdades absolutas. Y que, porque tú tienes tus verdades, quien no está de acuerdo contigo es inferior. Pregúntate: ¿quién me ha enseñado a criticar? ¿Cómo me critico a mí mismo? ¿Cuáles fueron mis experiencias en la niñez y la juventud, en relación a ser validadas (o no) mis opiniones? Aquello que critico en otros, lo tengo en mi también (aunque en formas o grados diferentes).
Después de hacer este auto análisis profundo, fíjate en si te encuentras dispuesto y abierto a amar al prójimo, al menos un poquito, aunque él piense y proceda diferentemente de lo que tú crees.
Un solo ser. infinitas formas de pensar y obrar.
por WebMaster
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Publicado dia 12/11/2017 11:08:00 AM em STUM WORLD
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