¡Soledad! Todos nosotros de alguna forma ya nos hemos sentido solos, otros se sienten solos con mucha frecuencia. Incluso quien dice no tener tiempo para sentirse solo, que soledad es señal de depresión, de enfermedad, cosa para quien no tiene amigos o familia, ciertamente ya se ha sentido solo en alguna fase de la vida, en alguna situación. ¿Quién nunca se ha quedado hasta más tarde en el trabajo, no por tener algo que hacer, sino que a decir verdad se ha quedado por no querer ir para casa? ¿O al salir del trabajo fue enseguida a encontrarse con los amigos? ¿Quién nunca se ha sentido solo tras una separación? Y ¿quién nunca entró en casa y acto seguido puso la TV, la radio, el computador? ¿Lo hacemos por querer saber las noticias, oír música, recibir e-mails, conectarnos con otras personas? ¡No siempre, lo que de veras deseamos es huir de la soledad!
Pero ¿será huir de la soledad o será huir de la propia compañía y de los sentimientos y recuerdos que pudiesen aflorar? Pues estar solo significa sobre todo estar en nuestra propia compañía, y desgraciadamente muchos no lo consiguen, o siquiera se dan cuenta del real motivo por el cual siempre están en actividad. Sí, la soledad es ante todo la oportunidad que tenemos de confrontarnos con todo lo que está bien dentro de nosotros y, así, conocernos, cada día un poco más. No obstante, para algunas personas, quizá la mayoría, el estar consigo mismo, el conocerse, se percibe como algo doloroso, difícil, e incluso insoportable.
Muchos viven con otras personas, no porque les guste estar con ellas, sino para no sentirse solos. Otros mantienen sus relaciones por el mismo motivo y no por sentir amor hacia aquel con quien comparten casa y cama. Pero ¿por qué motivo la soledad es tan temida, causando verdadero pánico, haciendo a algunos mantener relaciones destructivas, infelices?
Desde pequeños somos enseñados a ser amigos de todos, a compartir con los demás nuestros juguetes, a ser buenos; en la adolescencia, lo que más deseamos es tener muchos amigos y con eso nos sentimos aceptados; vamos creciendo, nos casamos, tenemos hijos, y según va pasando el tiempo surgen las separaciones, las pérdidas, las decepciones y, por opción o por falta de ella, muchos van continuando su camino en soledad. Pero ¿qué hacer con quien es un total desconocido para nosotros mismos? Pasamos años valorando lo que desean otros, lo que otros quieren, sienten, dicen, y parece que se ha olvidado enseñarnos a mirar hacia dentro de nosotros; por tanto, no te sientas culpable si no sabes estar solo, es natural. Pero siempre es tiempo de aprender. Aprender a oírse, a conocerse.
Al igual que es natural también el sentir miedo de mirar a alguien a quien siquiera has sido presentado. ¿Cómo querer conocer a alguien de quien solo se ha oído críticas, haciéndole sentir que todo cuanto hace, piensa, dice o siente, está equivocado? ¡No, no es nada fácil! La propia sociedad discrimina a quien no tiene tantos amigos, siendo muchas veces tachado de antisocial. Que lo digan los tímidos… cómo sufren por ser más reservados. Los extrovertidos, sí, éstos tienen muchos amigos, parecen agradar a todos y por eso son felices. ¿Lo serán de veras? Esos mismos alegres crónicos también llegan a casa, y muchos se deparan con el silencio como compañía. Y ¿seguirán sintiéndose tan bien como demuestran? No siempre. Sin contar que incluso acompañados podemos sentirnos solos, y eso parece doler todavía más. Qué paradoja, ¿no? Cuando estamos a solas queremos compañía y, aun estando en compañía, continuamos sintiéndonos solos.
Pero el caso es: ¿cómo lidiar con la soledad? ¿No será más apropiado: cómo lidiar con nuestra propia compañía? La misma pregunta creo que ya contiene la respuesta. El caso no es cómo lidiar con la soledad, sino cómo lidiar con nosotros mismos. Sí, es muy bueno estar con otras personas, principalmente con aquellos que nos aman y a quienes amamos también, pero no siempre esto es posible, y por los más diversos motivos.
Lo que es preciso reflexionar es que no se puede estar en la compañía, de quien quiera que fuese, solamente para no estar solo, esto sí es pura falta de coraje para mirar hacia dentro de sí y enfrentarse a los más diversos sentimientos que tal encuentro pudiera despertar. Es perder la oportunidad de conocerse y de aprender a valorar todo cuanto se ha vivido hasta aquí.
La soledad puede doler a cualquier persona, pero mucho más duele a quien no se gusta a sí mismo, a quien no se admira, no ve en sí mismo cualidades, a quien no percibe su propia valía, no se oye, no ha aprendido a amarse y a respetarse. El buscar tener a otras personas alrededor puede demostrar también una enorme necesidad de ser aceptado, reconocido, amado.
Creo que el mayor antídoto para la soledad puede ser exactamente esto: auto-conocimiento.
Para ello, procura observarte más, valorar tus logros, identificar tus sentimientos, escuchar tu propia voz y respetar lo que oyes y sientes. Así, poco a poco irás conociendo un poco más sobre ti mismo y te agradarás de ese ser especial que eres tú.
¡A decir verdad, no se siente solo más que quien no ha aprendido a apreciar la propia compañía! ¡Espero sinceramente que aprecies el estar, sobre todo, contigo mismo!
Rosemeire Zago é psicóloga clínica CRP 06/36.933-0, com abordagem junguiana e especialização em Psicossomática. Estudiosa de Alice Miller e Jung, aprofundou-se no ensaio: `A Psicologia do Arquétipo da Criança Interior´ - 1940.
A base de seu trabalho no atendimento individual de adultos é o resgate da autoestima e amor-próprio, com experiência no processo de reencontrar e cuidar da criança que foi vítima de abuso físico, psicológico e/ou sexual, e ainda hoje contamina a vida do adulto com suas dores. Visite seu Site e minha Fan page no Facebook. Email: [email protected] Visite o Site do Autor
Publicado dia 26/04/2010 14:59:38 em STUM WORLD
