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Alienación Parental, una práctica milenaria - Parte 1

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 26/08/2013 13:53:44


por Eliana Kruschewsky - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

Según la legislación brasileña, la alienación parental es una forma de maltrato o abuso. Es un trastorno psicológico que se caracteriza por un conjunto de síntomas. Se produce cuando uno de los progenitores, denominado cónyuge alienador, altera la conciencia de sus hijos mediante diferentes formas y estrategias de actuación. Este progenitor tiene por objetivo impedir, obstaculizar o destruir los vínculos con el otro progenitor, denominado cónyuge alienado, sin que haya motivos reales que justifiquen esa condición.

En otras palabras, consiste en el proceso de programar a un crío para que sienta odio hacia uno de sus progenitores sin que este odio esté justificado, de modo que el propio crío ingrese en una trayectoria de desmoralización respecto de ese mismo progenitor.

Podemos decir que el alienador "educa" a los hijos en el odio contra el otro progenitor, su padre o su madre, hasta lograr que ellos, de modo propio, lleven adelante esta situación.

Esta aclaración ya es de conocimiento amplio en los medios académicos y entre gran parte de la población brasileña. Con todo, el planteamiento a que se refiere este artículo va más allá de lo que ya ha sido comentado. Deberá interesar a muchas personas que, de un modo o de otro, están implicadas voluntaria o involuntariamente en alguna forma de esta práctica tan antigua. La alienación parental concierne al cónyuge alienador, al cónyuge alienado, a los abuelos, tíos y a los hijos en cuestión.

Hemos de reflexionar que el principal motivo para la alienación parental es la separación de la pareja. Una profunda insatisfacción personal de un cónyuge para con el otro. Como hay frutos de esta relación (los hijos), el cónyuge que detenta la guarda de los mismos tiende a descargar este fardo emocional de frustraciones sobre los hijos. Con frecuencia rebajando o procurando anular el lado positivo y realzando siempre sus opiniones negativas sobre el otro cónyuge quien, por lo regular, está físicamente ausente. Ocupando con ello espacio en la mente de los hijos, como si fuese un veneno emocional que rellena un espacio con mucha facilidad.

El cónyuge alienador, siempre presente, inyecta periódicamente ideas que desabonan la conducta del cónyuge ausente. Es como el tratamiento de salud a largo plazo, que aun siendo de tipo homeopático, va surtiendo los efectos deseados. Una forma de hacer daño al otro cónyuge (padre o madre), por el único medio que tiene a su alcance: los hijos. Estos, que deberían ser un vínculo saludable, respetuoso y coronado de buenas energías, pasan a ser una vía negativa de ataque.

¿Dónde está el amor a los hijos por parte del alienador? Sí, el amor existe, lo que falta es conciencia. Con todo, esta actitud del alienador es inconsciente en la mayoría de los casos, casi un 90%. La causa de tal actitud nociva está bien clara: la insatisfacción e incapacidad para lidiar con la separación y el miedo.

Miedo a que los hijos sientan afecto, respeto, cariño por el cónyuge alienado (padre o madre) o que se aproximen de él. Eso no sólo ocurre mientras son niños, sino en el transcurso de la vida de los hijos, incluso en edad ya adulta.

La situación pierde el control y ya no es posible parar hasta el fin de la existencia del alienador. Al final de esta vida, ese alienador dejará su legado a los hijos: una triste consecuencia de hijos desajustados emocionalmente. Y además carentes de aquello que podrían haber tenido si hubiese incentivos siempre positivos hacia el otro, sin entremezclar sus propias insatisfacciones en el mundo emocional de los hijos.

Marido y mujer forman parte de una relación con pesos y medidas muy diferenciados respecto de la de padres e hijos. Han de saber que padre y madre siempre serán "padre y madre". No puede haber ex padre o ex hijo, se trata de una relación eterna.

Lo que hay que dejar claro es que, cuando los padres (los alienados), ya no estén presentes en la vida de estos hijos, la realidad vendrá a la superficie. "Podría haberme acercado más a mi madre o a mi padre".

Por influencia del otro cónyuge (madre o padre), aunque sea inconsciente, quedará en aquel ser humano (hijo) una secuela. En este caso, por no tener ya la presencia de aquel (o aquella) que siempre será un personaje indispensable en la historia de vida de todo ser humano.

Como padres y madres, tenemos el deber de vigilarnos siempre, pues las actitudes, palabras, conductas y el modo de referirnos al otro, moldean el futuro comportamiento de nuestros hijos.

Es muy salutífero para todo ser humano experimentar un poco de empatía (ponernos en el lugar de nuestros hijos), pues la vida siempre nos da lecciones valiosas. Estamos siempre experimentando cambios en todos los sentidos y los señores Padres y Madres deben, hoy, recordar siempre que también son y han sido hijos. Recordar los valores que Padre y Madre representan o han representado en sus propias vidas.

Con conciencia, tenemos la oportunidad de modificar esta práctica milenaria nociva para la salud emocional de los hijos de la Nueva Era.
Seamos padres, madres e hijos más felices que nuestros antepasados con amor y respeto.


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