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ALMAS GEMELAS - Parte 1

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 16/10/2015 09:36:51


por Maísa Intelisano - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

Cada uno que pasa por nuestra vida, pasa solo, pues cada persona es única y ninguna sustituye a otra. Cada uno que pasa por nuestra vida, pasa solo, pero no va solo, ni nos deja solo. Se lleva un poco de nosotros, deja un poco de sí. Hay los que se llevan mucho, pero no hay los que no dejan nada. Esta es la mayor responsabilidad de nuestra vida y la prueba de que dos almas no se encuentran por casualidad. Antoine de Saint-Exupéry

La palabra gemelo viene del latín geminus y significa doble, duplicado, semejante. Según el Diccionario Houaiss de la Lengua Portuguesa, gemelo es cada uno de los hijos que nace del mismo parto, y por derivación de sentido, todo lo que es igual o muy semejante, que tiene gran afinidad. Por analogía, almas gemelas serían espíritus que habrían surgido en el mismo acto de creación y son idénticos o muy semejantes en sus características, teniendo también gran afinidad.

Aunque el concepto sea muy antiguo y esté presente en varias culturas, no se sabe exactamente de dónde vino la expresión alma gemela, pero el mito parece haber surgido con Platón, en su obra El Banquete. En el texto, el filósofo griego, que vivió de 427 a347 a. C., en Atenas, cuenta, según la narrativa de Aristófanes, la historia de los andróginos, seres primordiales de un tercer sexo, que existió antes del masculino y del femenino que conocemos.

La palabra andrógino viene de la unión de dos vocablos griegos: andros, que significa hombre, y gyno, que significa mujer, pero no designa el cuerpo donde habitan dos seres de sexos diferentes, sino un único y mismo ser en que coexisten los dos sexos, un ser con el poder de los dos sexos, masculino y femenino, en sí mismo. Los andróginos eran, por tanto, seres casi perfectos y muy poderosos, pues tenían en sí mismos todas las oposiciones. Completos y fecundos, podían dar a luz de sí propios.

Eran redondos y la espalda y caderas formaban un círculo. Tenían cuatro manos, cuatro piernas y una cabeza con dos caras exactamente iguales. Eran capaces de andar erectos en todas las direcciones y podían también rodar sobre los cuatro brazos y piernas, como si se volviesen estrellas, cubriendo grandes distancias, veloces como rayos.

Con tanta fuerza y poder, se volvieron ambiciosos y osaron desafiar a los dioses, escalando el Monte Olimpo, la morada de los inmortales. ¿Qué hacer con ellos, entonces?, discutían los dioses reunidos en el consejo celeste. ¿Aniquilarlos? Pero ¿y los sacrificios, los homenajes, los templos y la adoración que venían de la Tierra? ¡Por otra parte, una insolencia como aquella no podría ser tolerada y tenía que recibir su castigo!

Después de mucho reflexionar, Zeus, el señor supremo del Olimpo, descubre un medio de hacerlos más débiles y asimismo más numerosos, sin destruirlos. ¡Decide, así, partirlos al medio! Y a cada uno que partía, daba a Apolo, su hijo, dios de la belleza, las dos partes para que las curase, volviéndoles el rostro hacia el lado del corte, repujándoles y atándoles la piel en lo que hoy llamamos ombligo, para que, contemplando la propia mutilación, se acordasen de la lección.

Y, de ese modo, según la narrativa, desde que fueron mutilados los andróginos, cada mitad busca su otra mitad para unirse a ella y, envolviéndola y enlazándola, con ella confundirse y fundirse, hasta el punto de que nada más pudiesen hacer la una sin la otra, en la más completa inercia.

Pero entonces las criaturas empezaron a morir, de hambre y de desesperación. Se abrazaban y se dejaban estar. Y dice Aristófanes que "siempre que moría una de las mitades, la que quedaba buscaba otra y con ella se enlazaba, ya se encontrase con la mitad del todo que era mujer, ya con la de un hombre..."

Con eso la raza humana empezó a extinguirse, pues los órganos sexuales no habían sido girados hacia el mismo lado del rostro, quedaron hacia atrás, haciendo que las criaturas no copulasen entre sí, sino en el suelo, como insectos, y por tanto, no se reprodujesen.

Zeus entonces, apenado, decidió reorganizar su estructura y colocó sus órganos reproductores vueltos hacia el lado que se había convertido en su parte delantera, para que, cuando se abrazasen, las mitades copulasen y así pudiesen reproducirse, dando continuidad a la especie y a la vida de la humanidad. Así, con el tiempo, ellos olvidarían lo ocurrido y percibirían únicamente su deseo. Un deseo que jamás quedaría saciado en el acto sexual, porque, aun fundiéndose el uno con el otro por un instante, el alma sabría, aunque no pudiese explicarlo, que no había alcanzado la verdadera unión; y la añoranza de la unión plena renacería, tan pronto como la comunión física se hubiese consumado.

Mucho tiempo ha pasado desde que Platón escribió "El Banquete" y, a lo largo de ese tiempo, algunas distorsiones parecen haber surgido en el mito que se conoce como alma gemela.

Dios, o lo que quiera que llamemos fuerza creadora del universo, causa primaria de todas las cosas, sólo sería Dios si fuese perfecto, justo y con amor incondicional. Y si fuese todo eso, no podría crear nada por la mitad, incompleto, falto de un pedazo. Todo nosotros, por tanto, como criaturas divinas, somos seres enteros, completos y perfectos, en el sentido de que nada nos falta y de que no necesitamos encontrar otra mitad o pedazo para ser felices, enteros y perfectos.

No somos incompletos, solamente no somos capaces de mirarnos a nosotros mismos, tenemos miedo de quedarnos solos, no nos gusta nuestra propia compañía y así, creamos una sociedad que no acepta la idea de la soledad voluntaria o natural, una sociedad que considera la soledad como enfermedad o aberración.

Con ello también nos hacemos dependientes de la idea de que estamos obligados a encontrar una persona con quien vivir, la persona perfecta, ideal, que nos va a hacer felices para siempre, nuestra alma gemela. Y entonces empiezan a rodar en nuestra cabeza todos aquellos clichés románticos sobre el tema.

Ser gemelo de alguien, como hemos visto al comienzo, es ser igual o muy semejante, tener mucha afinidad, ser el par perfecto, ser el duplicado. Sólo eso.

Entonces, veamos. Si a mí me gustan los espaguetis, a mi alma gemela también le gustarán los espaguetis. Y en nuestra despensa difícilmente habrá lasaña o raviolis, porque a los dos nos gustan los espaguetis. ¿Y si yo soy muy celosa? Bueno, si mi alma gemela es gemela de verdad, ella también será muy celosa y nuestra vida será un verdadero infierno. Entonces ¿qué es lo que uno está acrecentando al otro? ¿Qué están ambos canjeando?

Para crecer como personas y como espíritus tenemos que canjear. Y ese intercambio sólo existe donde hay diferencia, pues donde todo es igual, donde lo que uno ofrece es exactamente igual a lo que el otro ofrece ¿qué hay para canjear? Y en esa situación ¿qué pueden ganar ambos? Quizá por eso en el mito de Platón las criaturas inicialmente se abrazaban y morían, porque no tenían absolutamente nada para canjear, hasta que Zeus fue allí y mejoró su esquema, permitiendo que al menos intercambiasen algo en el acto sexual, aunque eso no los satisficiese espiritualmente.


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