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Bebés Desvinculados: Adultos Alienados

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 16/01/2015 09:45:05


por Maria Inez A. Leme Guimarães - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

El tiempo pasa, los niños crecen, se convierten en adolescentes y finalmente en adultos. Aprenden a una velocidad absurda, ya que, después de amor, lo que ellos más buscan es el aprendizaje. Desgraciadamente, debido a que no siempre encuentran ese amor, acaban sabiendo mucho, y consiguientemente “siendo” y sintiendo poco.
Lo saben todo de los últimos lanzamientos tecnológicos, están informados acerca de los diversos asuntos que suceden alrededor del mundo: política, portadas de todos los periódicos, la vida del vecino, pero ni siquiera se dan cuenta de lo desinformados que están sobre sus propias vidas, sobre su propio ser, sobre sus sentimientos. Esa alienación es frecuentemente originada en el comienzo de todo, allá en la barriga de la madre… Resulta de un período gestacional carente de vínculo entre la embarazada y el bebé, y acaba consolidándose con un nacimiento proveniente de tal relación.

Se sabe que el estado emocional de la madre interfiere intensamente en las hormonas compartidas con el bebé. Además de la protección y del cuidado, la madre es el mejor modelo que un hijo tiene. Con independencia de los futuros vínculos e identificaciones, la convivencia simbiótica entre gestante y bebé es determinante y será responsable por todas las relaciones venideras. De nada sirve huir. La culpa, o la responsabilidad, si es que suena menos ofensivo, es de la madre y punto final.

Minutos antes del parto, el cuerpo del bebé libera hormonas suprarrenales que lo dejan en estado de alerta, a fin de movilizarlo para el reto a que luego se enfrentará. Esas mismas hormonas circulan por el cordón umbilical, poniendo el cuerpo de la madre también en alerta. Y finalmente ellas provocan un pico de crecimiento cerebral, proporcionando nuevos campos neurales para el aprendizaje mutuo que espera a la madre y al bebé. Es un proceso único que interfiere en dos vidas, son dos luchando por una única causa. Por ese y otros motivos, el final del parto exige la vinculación de ambos, madre e hijo, inmediatamente después de la salida del bebé del útero. Cuando dos personas están implicadas en el mismo objetivo, ¿qué ocurre cuando alcanzan la victoria? Se abrazan calurosamente durante el tiempo que sea necesario. De la misma forma, una madre que ha acabado de dar a luz a un hijo que acaba de nacer, tiene extrema necesidad de ese victorioso contacto. Principalmente porque ya han estado viviendo juntos durante nueve meses.

La simple posición de anidar al recién nacido sobre el seno izquierdo es capaz de desencadenar una serie de funciones que ayudan a cesar la producción de hormonas de estrés, necesarias para el parto, y dejan al bebé tranquilo para adaptarse al nuevo ambiente. Según Chilton Pearce, si no se le proporcionan esos estímulos, los sentidos del bebé permanecen adormecidos y los ya establecidos no se confirman en su nuevo contexto. El nacimiento propiamente dicho queda incompleto y por eso la producción de hormonas suprarrenales continúa. La proximidad del latido del corazón de la madre es la principal prioridad en la creación del vínculo y en el cesamiento de la producción de las hormonas del estrés. De esta forma no se produce ninguna gran “ansiedad de la separación” ni tampoco “abandono psicológico”, factores que tanto perturban el desarrollo.

Al oír el corazón de la madre, el del bebé recibe ese estímulo, activando un diálogo entre mente y corazón. De esta forma el bebé se siente acogido, y se asegura de que el parto ha terminado bien.
Además de que el corazón materno envía informaciones a su bebé, lo inverso también ocurre. Ese diálogo también activa inteligencias correspondientes en la madre, despertando intuiciones latentes y ancestrales referentes a la protección y a la alimentación. Siendo así, ese sencillo contacto es capaz de hacer que ella se dé cuenta de todo lo que necesita hacer, ya que posibilita una comunicación intuitiva entre madre e hijo. La madre se depara con conocimientos que no pueden ser enseñados ni aprendidos. Surge una sabiduría espontánea cuando la madre se permite entrar en resonancia con ese nuevo ser, el cual trae consigo, a nivel intuitivo, el manual de instrucciones que maternidades e instituciones venden a través de cursos que no sirven para nada, aparte de provocar todavía más ansiedad e inseguridad en las embarazadas. Tales cursos intentan teorizar un contenido que será vivenciado solamente durante el parto. Ellos anticipan racionalmente una sabiduría que la naturaleza se encarga de regalar sin más a toda madre que recibe a su hijo con amor.

Ese amor, si es genuino, es tan abundante que acaba dejando poca energía para otras funciones. Una madre queda tan absorbida en el cuidado de su hijo, que es natural su distanciamiento de las demás actividades. La licencia por maternidad es una prueba razonable de esa necesidad; razonable, pues el tiempo de alejamiento es mínimo si se compara con el que sería realmente necesario. Es incluso saludable que haya cierto espaciamiento entre el nacimiento de otros hijos, a fin de que los tres primeros años de vida de cada uno se vean favorecidos, ya que son fundamentales para la maduración emocional y biológica no sólo del hijo, sino también de la propia madre. Es corriente, aunque lamentable, oír decir que tras el primer hijo los otros son más “fáciles”. Esto muestra la mísera importancia que se da a la vinculación entre madre e hijo. El segundo, tercero o cuarto hijo necesitan exactamente el mismo cuidado y dedicación que el primero. Una madre no es la misma madre para diferentes hijos. A cada hijo que nace, nace también una nueva madre. La experiencia que le aportó el primer hijo ha podido ser útil, pero jamás suficiente para lidiar con el próximo. El error está en creer que ya se sabe… Toda vez que es justamente el hecho de no saber, lo que proporciona la dedicación necesaria.

Otra demostración de que el contacto madre-hijo es crítico y decisivo, es el hecho de que el propio cordón umbilical ha sido proyectado naturalmente con una longitud que varía entre 45 y 50 centímetros; así el recién nacido puede ser colocado en el seno izquierdo de la madre, siendo incluso amamantado mientras todavía permanece conectado a la placenta, que continúa funcionando durante este período de adaptación del bebé al nuevo ambiente. El treinta por ciento de su sangre permanece en la placenta, proporcionándole el oxígeno necesario y dando el tiempo suficiente para que el líquido amniótico escurra de sus narinas y tráquea, permitiendo en fin que el recién nacido descubra tranquilamente su nuevo medio respiratorio. Chilton Pearce es categórico en cuanto a los desdichados procedimientos que se han venido utilizando exhaustivamente en las maternidades de hoy día:

Nuestros “médicos”, en cambio, vienen cortando rutinariamente el cordón umbilical tan pronto como el bebé está fuera del útero, colocándolo inmediatamente en situación de privación de oxígeno, uno de los mayores temores de todos los mamíferos. Con dificultad, el recién nacido intenta respirar antes de que sus vías nasales estén desobstruidas, y acaba atragantándose con el moco y el líquido amniótico; prontamente lo suspenden por los talones y le dan una palmada en la espalda para que pueda expeler un supuesto tapón de moco y respirar por primera vez… El desastre realmente más importante de la Historia es la separación entre madre y bebé en el parto. Esa experiencia de abandono es el acontecimiento más devastador que puede haber en la vida, dejándolos lisiados emocional y psicológicamente.

El amamantamiento es otro requisito básico, que continúa siendo deficiente en gran parte de los casos. Hay estudios que demuestran que bebés amamantados con leche materna son más inteligentes que los alimentados con biberón. Como este dato es alarmante y el 97% de la población norteamericana es alimentada con biberón, está claro que surgen diversas oposiciones. Las controversias parten de madres alegando que no han amamantado, pero que sus hijos sí son inteligentes. Es importante recordar que el exceso de racionalismo es a menudo visto como “inteligencia”, aunque corrientemente es una válvula de escape para aquellos individuos que presentan un desarrollo emocional y afectivo frágil. Debido al sentimiento de abandono y desvalorización, los mismos tienden a buscar una compensación en otras esferas, a fin de no entrar en contacto con su carencia afectiva. Ser inteligente no es sólo sacar la nota más alta en la Selectividad. Gardner habla de las diversas inteligencias que cada ser humano puede presentar; siendo una de ellas la inteligencia emocional. El inteligente emocional es extremadamente creativo, posee inmensa habilidad para lidiar con situaciones desconocidas, aparte de ser más humano y solidario. Es capaz de expandirse profesionalmente en diversos campos, teniendo incluso más ocasiones de sentirse pleno y realizado. Y para ser así, basta con haber sido amado.

Chilto pearce indica que bebés colocados en otras posiciones que no la del seno para tomar biberones o que han sido mantenidos durante mucho tiempo en cunas y carritos, corren el riesgo biológico de tener un desarrollo físico y emocional atrofiado. Mientras que en la situación inversa, o sea, si hay contacto y lactancia materna, independientemente de lo que ocurra después con el niño, la seguridad que ha recibido a través de ese vínculo le permitirá enfrentarse a los problemas, y se convertirá en alguien que se siente a gusto en un mundo de constante movimiento y cambio.
Serán individuos integrales, que saben lidiar con adversidades y que por haber sido colmados con cariño, cuidado, protección y dedicación, no necesitan buscar compensaciones externas. Buscan, sí, ser cada vez mejores, para poder colmar al otro con sus riquezas internas y no para ser colmados con riquezas triviales. Como decía la sabia Clarice Lispector: “No busques a alguien que te complete. Complétate a ti mismo, y busca a alguien que te haga desbordar”.


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