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Curar el alma

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 01/06/2014 10:47:07


por Bernardino Nilton Nascimento

Traducción de Teresa - [email protected]

Durante toda la existencia de la humanidad, siempre se ha practicado la “cura del alma”, pero hoy día se han multiplicado los métodos; además de religiosos están psicólogos, psiquiatras, esotéricos, curanderos y otros, con nuevas y antiguas teorías sobre la “cura del alma”.

La palabra “cura” no tiene el sentido simple de tratamiento de un síntoma que el uso actual frecuentemente le confiere, sino que se emplea en su significado mayor de tratamiento de la personalidad, es decir “del alma”.

La satisfacción de una curación es tan grande que sale al encuentro del alma, proporcionándole el más noble de los remedios, la satisfacción en el mejor de los sentidos: eliminar los dolores, prolongar la vida y desterrar los sufrimientos ocultos de los sentimientos.

No obstante, las gentes se quejan de estrés, fatiga, mareos y otros síntomas, incluso después de que, habiendo llevado a cabo todo tipo de exámenes clínicos, nada se haya encontrado sobre su imaginaria dolencia, y se preguntan el por qué…

Salen a escena religiosos, psiquiatras, psicólogos, curanderos y otros, que vienen con un cuento semejante, de que un día se les ha dado el poder de “curar”.

Al principio nos sentimos ilusionados, unos lo explican como algo normal, signo de ajuste personal. En tales condiciones, dirán que los síntomas obedecen a una situación neurótica de incapacidad para aceptar las opciones de nuestro método de vida. Otros dirán que se trata de repeticiones actuales de antiguos sentimientos de culpa, remanentes de la niñez, quizá relacionados con los complejos. También dirán que podría ser una tendencia auto-punitiva, que nos lleva a inculparnos por nuestros errores o incluso por nuestros éxitos, es decir, uno no se siente satisfecho de nada. Puede que digan que el problema terapéutico consiste en la incapacidad de aceptar decisiones con repercusión, y que la curación se producirá cuando uno de deshaga de los escrúpulos y se sienta satisfecho dentro de la actual situación.

Cuando una probable patología se manifiesta sin que nada se haga evidente en los análisis clínicos, surgen todos los tipos de curación posibles.

En tales condiciones, los analistas no son más que simples “consejeros”, convirtiéndose, por emplear una expresión de Platón, en “médicos del alma”. Este punto de vista se basa en la premisa de que hay leyes inmutables inherentes a cada uno de nosotros. Esas leyes no pueden ser transgredidas sin perjuicio para la personalidad de cada uno.

Quien quiera que falte a su integridad moral, debilita o incluso neutraliza su libertad, lo cual afecta a su personalidad haciéndole sentirse infeliz, y entonces es cuando le sobreviene alguna dolencia del alma.

Si nuestro modo de vida cuenta con la aprobación de la sociedad, es posible que el sufrimiento no sea consciente, es decir, no quede explicado como es debido. Hemos elegido vivir de modo a mantener una apariencia de cara a la sociedad y no vivir nuestra realidad. Pero lo cierto es que la salud del alma no puede disociarse del básico problema humano, o sea, la realización de los objetivos vitales: libertad, integridad y capacidad de amar.

Cuando no vivimos en equilibrio, cuando no tenemos el deseo de ver al prójimo feliz, cuando nos convertimos en mercancía, destituida de valor estable o definido, y estamos pendientes sólo de obtener aquello que nos apetece, nos dejamos manipular por nuestros deseos ciegamente. Al lograr prestigio a costa de tales esfuerzos, nos sentimos seguros hasta cierto punto; pero la deslealtad para con nuestra naturaleza superior, para con nuestros valores humanos, crea tal vacuo interior, tal inseguridad básica, que aunque esto sea inconsciente, nos volvemos vulnerables y cada vez que aparece algún obstáculo, resistimos con la compulsiva búsqueda del éxito.

Y aunque no ocurra nada malo, la persona paga su quiebra humana con la enfermedad del alma, y puede sentir de todo sin que nada aparezca en los exámenes clínicos. Por otra parte, quien conquista la fortaleza interior y la integridad, puede no obtener tanto prestigio como su prójimo inescrupuloso, pero se sentirá más seguro, usará plenamente de su razón y tendrá objetividad, elementos que le harán ser mucho menos vulnerable a los vaivenes de la fortuna y a las opiniones de los demás; aparte verá ensanchada su capacidad de vivir constructivamente para su evolución humana.

La dolencia del alma no puede tener un sentido únicamente religioso, sino que se admite como tal por la actitud común implícita en las enseñanzas de las religiones.

Entre tanto, la “cura del alma” goza de función religiosa bien caracterizada, dentro de la libertad humana, y conduce ciertamente a un camino de amor; sin embargo, si este amor se convierte en vicios o en fanatismos que suplantan el amor al prójimo, aunque uno sea dueño de su libertad de elección, la religión pasa a ser el principal veneno para el “alma”.

Al tratar de definir la actitud humana que orienta el pensamiento de Buda, Lao-Tse, Jesús, los Apóstoles, Spinoza, Sócrates, Gandhi, Madre Teresa, Espíritus, Espíritas, Profetas, filósofos del Renacimiento, entre otras personas dedicadas al bien, nos causa admiración que, pese a las diferencias muy significativas, hay un cuerpo de ideas y normas comunes a todos en sus “enseñanzas”. Sin pretender llegar a una formulación precisa y concreta, voy a decir lo que tienen en común todos ellos: cada uno de nosotros debe procurar conocer la verdad y su propio grado de responsabilidad hacia la humanidad en lo que le atañe, y actuar a resultas de lo que encuentre en esa búsqueda, con plena libertad de amar al ser humano como un todo.

Debemos ser independientes y libres, conocernos mejor, y no servirnos de los fallos ajenos para engrandecernos nosotros.

Además, la relación con nuestros semejantes ha de basarse en el amor, pues si no tiene esa capacidad, la persona se convierte en una cáscara vacía, aunque disponga de todo poder, riqueza e inteligencia. Al ser humano incumbe distinguir el bien del mal, comprender la voz de la propia conciencia y desear la felicidad del prójimo, independientemente de cualquier cosa desfavorable.

¡El amor, por sí solo, ya lo dice todo para la “cura del alma”!

BNN


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