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Del Pedestal de la Vanidad a la calzada de la Baja-Autoestima

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 13/03/2010 14:14:16


por El Morya Luz da Consciência - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

“No te iludas… el camino no es fácil. Sin embargo, lo difícil es encontrarlo”. (MAESTRA NADA)

¿Se ha parado alguien a pensar por qué muchas veces nos engañamos atribuyendo a nuestra persona valores que, supuestamente, creemos que tenemos? ¡Nos engañamos a nuestro respecto y desarrollamos el hábito de no reconocer quiénes somos de verdad!
La auto-piedad se oculta tras una máscara de humildad ilusoria. Si miramos desde fuera hacia nuestro interior, quizá encontremos un gran orgullo o vanidad, bien escondiditos… y, si continuamos con esa actitud distorsionada, pasamos a responsabilizar al otro por aquello que nos sucede, y así seguimos en la ilusión.
En nuestro concepto no procedemos de forma equivocada y, conscientemente, nadie quiere hacer daño a nadie, principalmente a los seres queridos; pero, inconscientemente, podemos controlar, manipular, apegarnos de manera exagerada, hacer chantaje emocional, y así perjudicar al otro, causando muchos desequilibrios en las relaciones. Echamos la culpa al otro de nuestras mancillas, dificultando todavía más la auto-aceptación, el auto-perdón y, principalmente, el acto de perdonar.

Traemos de esta y de otras etapas de vida muchas cosas que perdonarnos y el glamur que nos coloca en pedestales ilusorios solo nos hunde cada vez más bajo en el camino evolutivo.
Principalmente aquellos que son formadores de opinión, acaban perdiéndose en ese camino por asumir actitudes que no se compaginan con sus realidades. Esas personas, por tener, ilusoriamente, más poder y atención pública, corren más riesgos. En el libro “REFORMA ÍNTIMA SIN MARTIRIO”, de Ermance Dufaux, éste habla de forma sencilla sobre ese “aparentar”: llama a las innumerables máscaras que usamos en un proceso “santificación de adorno”, cuando dice:
“Esos líderes deberían tener la humildad de reconocer que solo son la mano que ejecuta. Se percibe qué tipo de “santificación” está en nuestro exterior, como mera vestimenta para exhibir ante los demás, principalmente a los compañeros de trabajo, por recelo de ser juzgados por ellos y quedar rebajados en el concepto de la comunidad en que estamos inseridos.
Pero recordemos que Jesús enfatizó mucho esa cuestión de las apariencias y la propia lógica nos dice que no tiene consistencia alguna, por el contrario, es muy perjudicial a nuestra evolución porque nos lleva, a lo largo del tiempo, a creernos que realmente somos lo que aparentamos, engaño que nos causará muchos dolores, tristezas y arrepentimientos una vez ingresemos en el reino de la verdad”. Él se refiere a líderes, pero esto no pasa solo con ellos.

Ermance cuenta en ese libro sobre las grandes decepciones y sufrimientos de seres humanos considerados muy espiritualizados, que en su retorno al mundo espiritual, entran en contacto profundo con su propia realidad, debido a ese “aparentar ser lo que en realidad no se es”. Perciben su tendencia a mostrarse ante los demás teniendo por objetivo la aprobación y los elogios porque esto hace bien al ego, y quedan aterrados con su conducta engañosa.
Cuando una persona se oculta detrás de máscaras tratando de mostrar una imagen construida para los demás, su vida acaba llenándose con una sensación de fracaso, y cuánto más intenta identificarse con esa imagen, mayor es su desilusión.
El universo siempre conspira a nuestro favor, aunque no lo parezca, porque cuando una persona insiste en no ver lo que es de verdad, la vida siempre le pondrá en situaciones donde su farsa no podrá ser mantenida. Ella intentará ocultar su fracaso, usando uno de los subterfugios más comunes en esos casos: “la culpa es de otro, o de la vida”, porque ¡yo soy tan bueno!”

Cuando tenemos un deseo verdadero de auto-perfeccionamiento aceptamos nuestra personalidad tal como es. Sin el propósito divino de integración de sombra y luz, se hace difícil la auto-aceptación, y esa ilusión se adueña de nosotros y se transforma en nuestro verdugo, trayéndonos un sentimiento de fracaso y frustración, pues no logramos corresponder a nuestros propios patrones y nos rebajamos todavía más en nuestro concepto. Mirar al otro es fácil, lo difícil es encararnos a nosotros mismos. Admitir las imperfecciones, los vicios, las malas costumbres, la vanidad, ornamentadas por la pretendida maestría y espiritualidad, supone vulnerabilidad.

Es muy importante para nuestra salud emocional invertir en esto y saber cómo funciona este círculo vicioso, porque ese mecanismo es lo que nos lleva de un extremo al otro, del pedestal de la vanidad, a la calzada de la baja autoestima. Por eso, rescatar nuestro Poder personal es la llave de oro para el trabajo de la personalidad.
Tener coraje para asumir aquello que debemos cambiar necesita mucha fuerza y poder personal.
El poder divino solo se manifiesta a través de una comunicación saludable con nosotros mismos. Ser una persona espontánea, auténtica, que asume su personalidad tal como es, con independencia de la opinión de otros, y que busca su mejora, su desarrollo, escuchando las orientaciones que la vida le trae, debe ser la meta de todos cuantos desean participar en el gran cambio planetario.

Vera Godoy


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