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El día de la iniciación - Capítulo 6

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 24/10/2010 07:08:12


por Márcio Lupion - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

El primer día, después de que Marcio fuese aceptado como alumno en el Ashram, fue un momento de inmensa felicidad; después de tanto tiempo de lectura y espera, conseguir tomar parte en las clases era un triunfo personal enorme; para aquel que ha leído la vida del Paramahansa Yogananda y ha visto la dificultad que tuvo el swami en encontrar a su maestro, ser aceptado equivalía a encontrar la propia liberación.
Y no era en un lugar cualquiera, pues allí se reunía toda su historia personal, su búsqueda espiritual, los libros, su memoria sagrada. Parecía que él se hubiese preparado para encontrar ese swami, en aquel exacto día, ¡un verdadero y feliz renacimiento!

En la primera clase, dividida en cinco yogas diferentes, se empezaba por el Hatha Yoga, después eran más minutos de pranayamas - esos ejercicios de respiración que preparan el cuerpo para la meditación, en los cuales la mente se va silenciando, paso a paso, los latidos cardíacos van disminuyendo, llegando a un determinado momento en que simplemente era sentarse para meditar, con la mente calma, el cuerpo tranquilo y entonces se aprendía a oír, a sumergirse en el silencio, de modo profundo, repleto de bienaventuranza y en una paz inconmensurable.

A los 20 y pocos años, se percibía el mundo solamente ahora, en el momento en que la mente se vaciaba, que las aflicciones del cuerpo se silenciaban y ya no se sentía el cuerpo, ni donde éste empezaba o terminaba, no había noción del tiempo, ni de la propia respiración; eran horas de silencio en las cuales, de pronto, al toque de una campana, se cantaban mantras que hablaban de Ghanesh, Shiva, Krishna y de Rama; aun sin saber a lo cierto quién era Krishna, quién era Rama, se cantaban durante 15, 20 minutos con una devoción impresionante. Las clases se dividían, como en cualquier Ashram que se precie, los lunes y miércoles, las chicas; los martes y jueves, los chicos, de 19:00h a 20:30h.

Fueron meses y meses de ejercicios con una alegría indescriptible. Cada vez que él se sentaba para meditar, al volver de la meditación sabía y sentía que era otra persona. En ninguna meditación verdadera, la persona que se sienta es la misma que luego se levanta. A cada día, el ego, o lo que restó de él, iba desvaneciéndose, extinguiéndose en la vacuidad que traía la meditación, juntamente con bahkti y las canciones.

Su maestro decía que para el "regreso a casa" hacían falta dos alas de ángel, un ala se llamaba meditación, silencio interior, mente vacía, sonido guardado, silencioso, cuerpo y gesto silencioso; la otra ala era la devoción, amar realmente a Dios. Los Avatares son personas que vienen a la Tierra sin ego y promueven la ayuda a todos los seres a su alrededor, el amar a todo ese sistema de forma incondicional.
Cuando se cantaba, se entendía qué era ese amor. Al salir del Ashram por la noche, Marcio tomaba el autobús para casa, se sentaba y sentía de verdad cada ser humano, los ojos del interventor, cansado, somnoliento, detrás del torniquete y, cada uno de los que estaban allí, que se enfrentaba a una rutina, cargando a espaldas el peso del día, permaneciendo a veces incluso durante dos horas mirando por la ventana sin ver nada; sentía mentes y cuerpos cansados y personas sin esperanza. Pero de una forma increíble para él, andar al lado del más humilde era infinitamente mejor que sentarse en la facultad al lado de las personas aprovechadoras de la vida. No lograba comprender cómo éstas festejaban, mientras a su alrededor había personas con falta de alegría, sin posibilidades.

Los contrastes se iban haciendo cada vez más acentuados. Cuánta más meditación, más devoción, más silencio, menos lograba él vivir con personas a quienes esta vida parecía maravillosa; no la vida del comer de los pájaros, del viento, la vida pura; sino la vida mental, la vida impuesta, esa vida en que se dice que las personas se han vuelto personas de-mentes, personas que mienten a sí mismas, porque la naturaleza de la mente - disculpadme el juego de palabras - es producir mentiras. Y en medio de esas mentiras personales, él comenzó a comprender qué es el ego, una persona, una máscara usada por las personas para situarse siempre en una condición mejor que ellas mismas, mejor que los demás y, en algunos casos, hasta en condiciones peores, enfermizas, porque aquello deshacía algún tipo de bien que hasta hoy no entienden.

El ego es nuestra máscara y la meditación nos quita la capacidad de ver el ego en el otro. En esos meses, acercarme a cualquier persona de actitudes mundanas, encajadas en la realidad vigente, era incómodo, era una sensación de dolor físico que afectaba al estómago, un mareo. y con el oído ahora familiarizado con el silencio, no lograba trabar conversación, ni siquiera echar un paliqueo. Parecía que la vida era más importante que relatar de forma superficial las cosas ocurridas, o simplemente juzgar al otro, hablar, analizar al otro sin estar dentro de él. ¿Cómo es posible a la meditación y la devoción llevarte a sentir al otro, hablar de una persona que ya sabes cuál es su sentimiento?

En aquellos días era prácticamente innecesario hablar o convivir con cualquier persona, porque te parecía sentir realmente que la vida que habita dentro de cada uno de nosotros es la misma que habita todo el escenario externo, y te dabas cuenta de que cada persona solo deseaba ser feliz y vivir en paz, pero era como si el tiempo ya no importase, era un contraste enorme entre esa sensación, ese brillo en la mirada de cada persona, como si fuese un crío perdido en los ojos de un adulto, era impresionante la diferencia entre este ser que habitaba en cada uno de nosotros y los pensamientos externos, tendenciosos, los pensamientos del ego.
Aquel día Marcio comprendió un frase simple que martilleaba en su cabeza sobre el Cristo, sobre "el Cristo ser el que es". Ramana hablaba todo el tiempo de ser, los maestros dicen siempre que tenemos que manifestar nuestra esencia pura.

Así, él comprendió quién era Cristo. y el anti-Cristo. Aquello que no es nada esencial, la superficialidad en los actos, los gestos, el habla, era una enfermedad; y tantas veces veía a su maestro pasar, sonreír y gesticular con la boca aquellos ruiditos de "tsc, tsc,tsc", de desaprobación. y decía: "el hombre está enfermo". sonreía y comentaba: "pienso y luego desisto". Pasaba siempre sincero, verdadero, honrado, leve, gentil, cargando el peso de todos en sus ojos, pero nunca devolviéndoles ningún malestar.Así era la vida de alumno de aquel Ashram. Determinado día, sobre el 15 de agosto, de un año que ya no recuerda siquiera, quizá 1982, tuvo una crisis de llanto, compró flores y frutas y fue al Ashram, eran las 17:00h y la clase empezaría 2 horas más tarde. Hacía esto algunas veces para meditar, pero ese día llegó sin motivo alguno.
La madre del Ashram, la Madre Sutra - que significa enseñanza, dijo: hijo, ¿vas a ser iniciado hoy? Él contestó: no, no lo sé, solo llegué más temprano para meditar. Entonces ella dijo: ponte tu traje blanco y espera en el vestuario, por favor. De pronto él oyó que llamaban en el vestuario, su maestro entró y dijo: Bueno, tú, ya llevas cierto tiempo aquí como alumno y ha llegado el día de morir, el día de tu iniciación, ven conmigo que ha llegado el momento de que elijas, si deseas realmente la felicidad plena, o simplemente caminar como los demás hombres que se quedan entre la alegría y el dolor. ¡Ven conmigo, hijo!


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