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La Conexión entre Almas y Corazones

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 09/12/2014 10:10:25


por Anderson Coutinho - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

Existe un momento en que, desapercibidamente, dejamos nuestros quehaceres, y nuestros ojos (las ventanas del alma) se fijan en un punto cualquiera. Es el momento en que los pensamientos asumen el control y nuestra mente empieza a esbozar ante los ojos el recuerdo de acontecimientos, lugares, circunstancias o personas. A veces, ese recuerdo crea en nosotros temores, otras veces nos induce a sonreír discretamente, y otras, somos invadidos por una extraña “añoranza de lo que aún no fue”. El alma – que posee el registro de todo lo que somos por las sucesivas vidas de forma aglutinada en este cuerpo – entonces, comienza a asumir el control. Ese momento que nos remite de la dureza del presente a la suavidad de un pasado gracioso, furtivamente empieza a transportarnos a una especie de futuro de posibilidades, donde nuestros pensamientos viajan por escenas como las de las películas en que la cámara se fija en la mirada del personaje mientras, en segundo plano, él vive las experiencias mágicas de las conexiones con el otro – tanto de lo que fue, como de lo que le hubiera gustado que fuese.

¿Cuántas no son las veces en que nos conectamos con el otro sin siquiera darnos cuenta de que estamos “online” en el pensamiento? Hablamos mentalmente con las personas, proferimos discursos bellísimos en el pensamiento, hacemos declaraciones de odio o de amor (prefiero las de amor) suponiendo cómo sería si esas palabras fuesen oídas por el otro, ensayamos la confabulación más intensa simulando cómo sería si todo aquello fuese dicho, o mejor, si todo aquello fuese oído por el otro, sin darnos cuenta de que, de algún modo, y por algún motivo inalcanzable a la inteligencia de los escépticos, el otro recibe aquel mensaje en el alma.

Las almas más sensibles lo saben: la sonoridad de las palabras no es más que un elemento coadyuvante. El corazón siente. El odio o el amor que envuelve a las criaturas (y yo prefiero el amor) se hace entender por su simple existencia. ¿Ya te ha pasado ejercitar discursos que nunca has logrado reproducir “en la hora H” con la fidelidad de las palabras dichas en la “preparación”? Sin embargo ¿te has dado cuenta de que muchas veces no es necesario que nada sea reproducido porque el mensaje inicial ha sido asimilado incluso cuando creías estar solo con tus pensamientos ensayando el momento? El caso es que dependiendo de “el qué” y “para quién”, las palabras del “ensayo” ya fueron percibidas y recibidas por el destinatario con una clareza que sólo pierde ante los discursos más elocuentes y objetivos.

En el momento en que nuestros ojos se fijan en aquel punto cualquiera y nuestra mente empieza a delinear argumentos de pasado, presente y futuro, nuestra energía emite al universo el mayor de todos los llamamientos: el del alma, que sin explicación aparente, o motivo humanamente justificable dentro de los convencionalismos sociales, hace resonar por el cosmos los silenciosos gritos de dolor o de amor (y yo prefiero los de amor) que no conocen distancias, y mucho menos barreras físicas, y siempre, invariablemente, e independientemente de cualquier nivel de creencia, llegan hasta el otro.

Corazón habla a corazón. La verbalización es tan sólo el aval para el gesto de repudio o de acogimiento (y yo prefiero el acogimiento) que por un motivo “misteriosamente obvio” hace que tú “pre-vivas” todas las emociones de aquel contacto, antes incluso de que éste ocurra de hecho. Y si va a ocurrir o no, poco importa – aunque importe. Pero lo que de veras marca la diferencia es saber que cuando tú te conectas al corazón del otro, mirada con mirada, y te haces oír con la voz, es sólo una forma de registrar en la historia aquello que los corazones ya han sentido, tanto si es un manifiesto de violencia o de amor (y yo prefiero los de amor).

Las almas se conocen y hablan entre sí. Y aquello que emites, invariablemente llegará al otro. Un tortazo en la cara, o un abrazo interminable, sólo son formas de asegurarnos conscientemente de algo que en el plano astral ya se ha manifestado. Tu violencia enloquecida o tu inexplicable sensación de simpatía van a envolver al otro. Quizá él tenga menos sensibilidad para percibirlo, quizá tenga más, pero independientemente de eso, el espíritu siempre sabrá percibir aquello que las palabras no logren – o no puedan – verbalizar.

He aquí el misterio más bello de los encuentros y reencuentros: quien los vive, los siente, sin necesidad de “pruebas”.


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