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La realización espiritual del hombre - Parte I

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 26/01/2015 09:12:28


por Leandro José Severgnini - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

Desde que me dediqué al estudio de las diferentes doctrinas espiritualistas que existen por el mundo, he podido percibir intrigantes diferencias conceptuales, principalmente entre las orientales y las occidentales. En las religiones que predominan en Occidente están las de origen judeocristiano; éstas basan su doctrina en aquello que podemos llamar visión dualista, pues entienden que la Divinidad y el hombre viven en realidades separadas. En cambio, en Oriente, aparte del tradicional hinduismo, encontramos también el budismo, el taoísmo y otras más que tienen una visión cosmológica monista, o sea, lo Divino y lo humano se entrelazan formando una única realidad.

He percibido que las doctrinas monistas poseen grandes ventajas sobre las dualistas, principalmente en lo que atañe al respeto al desarrollo de la moralidad. Un ejemplo de esto es el fenómeno que el cristianismo denomina “milagro”. En la visión teológica tradicional, el milagro no es más que una interferencia divina operada de “fuera hacia dentro”; esto significa que si buscamos algo que consideramos fuera de nuestro alcance, hemos de creer fervorosamente, rezar lo más posible y aguardar la misericordia de lo Divino – nada más que eso. El problema de esta visión, obviamente, es la molicie moral que la acompaña, a fin de cuentas, no tenemos que modificar nuestra forma de ser y convertirnos en individuos mejores, basta creer y orar. No obstante, por otra parte, las doctrinas monistas parten del presupuesto de que tú y lo Divino son uno solo, por tanto, la acción no será de “fuera hacia dentro”, sino de “dentro hacia fuera”. Esto significa que el milagro – representado como una interferencia divina externa – no es más que un infantilismo teológico. En realidad, las doctrinas monistas siempre parten de la idea de que la realidad en que cada uno se encuentra está directamente ligada al comportamiento del individuo.

Esta visión, como podemos percibir, está en perfecta concordancia con la Ley de Causa y Efecto. Buda, hace 2500 años, ya lo sabía, y por eso propuso sus cuatro nobles verdades: 1) el sufrimiento es real; 2) la causa del sufrimiento es la ignorancia de nuestro origen cósmico y de las leyes que operan en el Universo; 3) podemos dar fin al sufrimiento cesando en la ignorancia de nuestra naturaleza espiritual; 4) para ello hemos de desarrollar virtudes mediante el camino óctuplo, que dice que debemos dar prioridad a acción recta, intención correcta, modo de vida correcto, esfuerzo correcto, concentración correcta, modo de hablar correcto, comprensión correcta y conciencia correcta. Siguiendo este camino, gradualmente el hombre estará desvinculándose de los karmas que lo encadenan al sufrimiento.

En cuanto al milagro, éste no es otra cosa que el resultado del persistente esfuerzo en el desarrollo de nuestras virtudes. Siendo así, no es gratuito, ni es un regalo, sino una conquista. Ahora bien, si el hombre dependiese de una interferencia divina a cada paso suyo, ¿dónde estaría la posibilidad de auto-realizarse y alcanzar el cénit de la evolución?

Continuará…


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