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Las 7 lecciones espirituales que aprendí emprendiendo

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 26/06/2013 07:33:42


por Alex Possato - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

Tengo una fe profunda en el Universo, en Dios, y percibo que hubo una orquestación milimétrica que ha venido preparándome para realmente convertirme en un emprendedor.

Porque no puede ser de otro modo: o naces ya con el don emprendedor, es decir - logras mantener el foco, tener un sueño absolutamente intenso en el cardíaco, tener híper-visión, flexibilidad, estrategia, constancia, disciplina inamovible, estar encantado de ganar dinero, amar profundamente llevar beneficios al prójimo, creer en ti y en tu servicio o. ¡Tú eres como yo! (risas). Un patoso lleno de miedos, indisciplina, pereza, prejuicios respecto de la riqueza, del ser patrón, del negociar, del exponerse.

Entonces, Dios, en su infinita bondad, nos proporciona escuela. En mi caso, fue una escuela práctica. Aprende haciendo. Just do it!!! Pero amigo, espero que no te pases diez años intentándolo, hasta percibir que has logrado ponerlo en marcha a la fuerza. Por otra parte, no voy a engañarte, y decir que aprenderás a situarte en el mercado con 7 consejos prácticos. Pero quiero dejar algunas palabritas sobre la espiritualidad, que fue lo único que me ha mantenido en pie, todos estos años, y lo que me ha apoyado y me apoya, tanto en los momentos de crisis, como en los momentos de gloria. Lecciones que, si las hubiese puesto en práctica antes (aunque no tendría cómo hacerlo, puesto que no estaba preparado), me hubieran allanado el camino. ¿Vamos a ellas?

1 - Sé honrado, verdadero, transparente. Ofrece solamente aquello que conoces, representas, dominas. Empieza por lo sencillo. Quédate en lo sencillo. Sé sencillo. Comentario del patoso: Bueno... yo hacía algo que no me gustaba. Lo hacía bien, pero no me importaba nada el producto, a fin de cuentas, éste no tenía nada que ver con mis verdaderos dones, talentos, cualidades. Compliqué bastante los productos, los servicios, adorné la tienda. Quería ser aprobado. Aprendí mucho, pero imagina ¿qué fuerza tendría para vender, si no me gustaba lo que hacía?

2 - Comparte tu don con el prójimo. Tu objetivo es hacer que el otro pueda ver la luz que tiene dentro de sí, a través de tu servicio o producto. En el fondo, lo que haces debe venir de aquella partecita divina dentro de ti y, de esa forma, apuntarás a la partecita divina dentro del cliente. Él sonreirá, estará feliz. Comentario del patoso: si yo hacía lo que no me gustaba, es lógico que no venía de mi Dios interno, sino de mi ego. Tampoco me gustaba atender clientes. Me parecían unos pelmas. Quería su dinero. Y su aprobación. Pero no estaba abierto para servirlos. Yo no sonreía con lo que hacía. ¿Cómo podría hacer sonreír a alguien con mi servicio?

3 - Pon el corazón delante de la mente. Corrige el rumbo rápidamente, siguiendo la luz; aquello que da placer aporta beneficios, prosperidad, sonrisas. Vale, que lo hice mal, a fin de cuentas, es cierto que yo no sabía. Pero en vez de escuchar a mi corazón, buscar mis dones y cambiar radicalmente, yo invertía más y más en el negocio que no me gustaba. Me reprochaba internamente, me consideraba un fracaso, y no lo quería admitir. Era un cacho orgulloso. Y saqué dinero hasta de debajo de las piedras para demostrar al mundo que yo saldría adelante. Mi ego estaba al frente de los negocios. El corazón aguardaba, quietecito, esperando a que la cosa se desmoronase. Y se desmoronó.

4 - Reza. Conéctate. Medita. Y sigue las orientaciones de Dios. Patoso al habla: simultáneamente a mi trabajo, yo lideraba grupos espirituales. Participé en ONGs. Hice mi parte, como buen espiritualista que soy. Y entonces, protestaba: ¡A ver, Dios! ¿Dónde estás? No ves que estoy haciendo mi parte, siendo buenecito. ¡quiero prosperidad! ¡Así es como me han enseñado! ¡Y tienes que escucharme! Creo que Dios estaba allá en lo alto de las nubes, sonriente, diciendo: baja la cresta, chaval. Tú no estás haciendo absolutamente nada. No hay error. No hay acierto. Ponte a mi servicio. Date verdaderamente al Hermano, y entrega-me incluso tu miedo. Yo cuido de eso. Pero mientras consideras que tienes que llegar a algún lugar, que eres tú el que está haciendo algo, yo espero.

5 - Aprende a cobrar. El dinero es sagrado. ¡Cielos! Qué dificultad lidiar con el dinero. No quería ni cobrar a los que me debían. Haciendo terapia, después saqué que yo era el que me consideraba deudor. Con la cabeza llena de tonterías, colocadas por mi sistema familiar. Miedos, sentimiento de culpa, todo proveniente de papá, de mamá y de los abuelos. Ecos de disputas en la niñez por culpa del dinero, aún resonaban en mi cabeza, sin que yo lo supiese por entonces. Ecos de desvalorización de las cosas que yo hacía, en la niñez, y de la protección que recibía mi hermano mayor, aún me irritaban, después de adulto. Y yo no tenía conciencia de eso. Lidié con el dinero como el niño geniudo, resentido, que yo era, pese a ser ya adulto, inteligente y culto. Un niño herido jugando a emprendedor.

6 - Para tener fe en sí, en los negocios y en Dios, es necesaria humildad. Para tener humildad, es fundamental la disciplina. Patoso benjamín: si yo era un niño geniudo, luego, era también orgulloso. ¡Era un creído! No escuchaba opiniones. No respeté lo que mi padre me decía, mucho menos mi madre. Mis abuelos, entonces. Y ¿qué decir de Dios? En mi andadura espiritual, entendí que todos los egos son así: orgullosos, prepotentes. Vale. Y por eso todas (he dicho TODAS) las prácticas espirituales de TODAS las líneas y religiones exigen disciplina. Para que el ego empiece a estar más quietecito. ¡Incluso domesticado! No se puede creer en Dios, y entregarse a su conducción, con el ego exaltado. ¡Meditar todos los días! Es necesario. O bien orar. ¡Orar de verdad! Ir a los cultos, las ceremonias, las misas, al 'terreiro'. Hacer tus ofrendas, constantemente. Sin cesar. Y después, emplear esta disciplina en los negocios. Bajo el nombre de Dios. Pero a través de sus manos.

7 - Relájate y emprende el proyecto como una gran ceremonia espiritual. Lógico: en algún momento tú realmente empiezas a llevar beneficios a tu cliente. Beneficios espirituales, pero un secretillo: ¡él no lo sabe! ¡Cree que está comprando un servicio o producto! Vale, déjale que piense eso. Sin embargo, tú sabes que todo lo que haces es en nombre de Dios, cualquiera que sea la fe que tengas. Y un ritual divino da alegría, paz, conexión, ¿no es cierto? Bueno, aquí fueron mis recomendaciones. Recuerda, querido: tú puedes ser el dueño de tu carrera, de tu proyecto, pero en relación a Dios, tú no eres más que un gerente divino, al servicio del prójimo. ¡Humildad, tío! ¡Humildad!


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