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Percepción: una ventana para el infinito

por Maria Guida em STUM WORLD
Atualizado em 17/07/2007 12:36:34


Traducción de Teresa - [email protected]

¿Qué es lo que sientes cuando miras el cielo nocturno?
¿Te parece que él es el techo del mundo y que las estrellas son rendijas por donde se cuela la fuerte luz de un sol exterior?
¿Te parece que él es un gran dosel de satén azul marino, en que las estrellas están cosidas como lentejuelas?
¿Lo imaginas como la bóveda lejana de una caverna gigante de la que cuelgan las estrellas, como farolillos encendidos?
¿Tienes la impresión de que estás en el interior de una máquina gigante, de funcionamiento minuciosamente planificado, en que las órbitas planetarias funcionan como engranajes, y donde las estrellas y constelaciones se encienden y se apagan como luces de un gran panel de control?

O bien el cielo nocturno, para ti, se asemeja a un océano interminable, señalizado por luces distantes, en que navegas, sin rumbo y lentamente, en una nao redonda, ligeramente achatada, que los pasajeros han bautizado con el nombre de Tierra?

Si yo tuviese tiempo, e investigase un poco más, podría, sin duda, formar una lista bastante mayor, con analogías que ya se han hecho y aún pueden hacerse, acerca de lo que sienten los seres humanos cuando, en una noche estrellada, alzan la cabeza para mirar el cielo.

Esas impresiones que tenemos cuando examinamos algo con el espíritu abierto, sin intención de enjuiciar, las solemos denominar percepciones.

En nuestros diccionarios, percibir significa entrar en contacto con algo, a partir de los cinco sentidos.
Percepción, por tanto, es todo cuanto vemos, oímos, olemos, tocamos o degustamos. Sin embargo, para quien tiene la creencia de que no todo cuanto existe puede ser aprehendido por los cinco sentidos, percepción puede ser, todavía, un poco más.

El ejemplo más común de que podemos percibir muchas cosas que están fuera del alcance de los sentidos físicos, es aquello a que los sensitivos llaman “visión”.
Cuando un sensitivo recibe una información a través de uno de sus canales extra-sensoriales, generalmente denomina “visión” a esa información. No obstante, no siempre lo que él ha “visto” tiene algo que ver con aquello que está ante sus retinas.

Digo esto porque una de las maneras más fáciles de saber si la información que nos llega como imagen es una percepción extra-sensorial – o no – es cerrar los ojos.

Si cerramos los ojos y aún así la imagen – o escena – insiste en permanecer nítida en nuestra mente, y continúa haciéndose cada vez más nítida, como una foto – o película – cada vez más rica en detalles, entonces ciertamente ella no pertenece al rol de aquellas cosas que están materializadas ante nosotros en el plano físico. Es el resultado de otro tipo de contactos.

Recuerdo perfectamente una de las primeras veces en que he tenido la seguridad de que estaba teniendo una visión. Yo vivía en Río de Janeiro. Tenía dieciocho años. Trabajaba en un laboratorio fotográfico, en la Av. Churchill. Había salido a tomar algo. Mientras masticaba mi bocata caliente, miraba distraída para lo alto de un edificio, en el final de la Av. Franklin Roosevelt.

De pronto, he visto a alguien tirándose desde una de las ventanas del último piso. Cerré los ojos asustada. Y aún con los ojos cerrados, la imagen continuaba allí. El cuerpo caía, pero nunca llegaba al suelo. Abrí los ojos y miré nuevamente para el edificio; la imagen estaba allí nuevamente, como en la repetición de un gol. Desvié los ojos. Puse mi atención en otra cosa. La visión se disipó. Entonces, con la curiosidad inconsecuente de quien es joven, miré otra vez para el edificio. La cosa seguía allí.

Durante algún tiempo, aquello ha sido para mí como una especie de pasatiempo. Yo iba allí, pedía un sándwich y permanecía mirando. El hombre siempre caía. Con el tiempo, yo sabía cómo eran sus ropas. Qué estaba sintiendo. Qué estaba pensando. Muchas veces he tenido deseos de atravesar la calle e ir a hablar con el celador del inmueble. Preguntar si alguien se había tirado desde el último piso. Nunca lo hice. Yo tenía miedo. Miedo de que nadie se hubiese tirado. Miedo de que alguien se hubiese tirado de verdad. Miedo de que alguien, algún día, llegase a tirarse.

Muchos años más tarde, después de tener la certidumbre de que no estaba loca, y de que aquello que me ocurría tenía nombre y propósito, he podido comprender que había entrado en contacto con un acontecimiento grabado en la memoria de aquel ambiente, o de alguien que vivía allí.

El caso es que mi insistencia en acceder a aquella percepción muchas veces, me ha hecho familiarizarme con el mecanismo que propicia la “visión”. Como un niño que arma y desarma un juguete, he insistido en comprender cómo sucedía aquello, hasta que otros acontecimientos extraños, e igualmente fascinantes, han venido a absorber mi interés y atención.

La mayoría de los sensitivos que he conocido no tienen dificultades con la “visión”. Discutiendo ese tema con otros que reciben mensajes de instructores invisibles, he llegado a la conclusión de que ninguno de ellos tiene problema para distinguir entre el material percibido por los cinco sentidos y lo que les llega por otros canales de percepción.

Muchos que, como yo, han tenido esas percepciones desde siempre, han pasado por alguna dificultad al principio, y sólo han conseguido dar calidad al contacto, y confiar en su propio don, cuando han buscado comprender lo que les sucedía, con el apoyo de maestros encarnados, en la convivencia con sus iguales, en grupos espiritualistas o consultando libros inspirados por espíritus iluminados.

Desde que comencé a colaborar con este sitio web, he venido recibiendo mensajes de personas con algún tipo de don. Muchas me preguntan cómo hacer para desenvolverlo. Algunas quieren saber cómo librarse de él. Otras preguntan por qué algunas personas son sensitivas y otras no.

Me gustaría decir a los que tienen ese tipo de dudas, que todos los seres humanos son capaces de entrar en contacto con todas las dimensiones del Universo. Como individualizaciones del Increado Ser Supremo que somos, no hay límites para nuestra percepción.

El potencial para la comunicación está en nosotros, pero para que entre en acción ha de ser desarrollado.

El desenvolvimiento de los canales que hacen posible esa comunicación depende de nuestra voluntad. Esto significa que hemos de elegir efectivamente seguir ese camino. Y elegir no implica tomar una decisión una vez en la vida y ya está. Decidir ser sensitivo requiere renovar la intención de ser canal todos los días. Implica mantener ese canal limpio, a servicio del Universo, para uso exclusivo de los instructores de la Luz.Ningún ser humano puede ser obligado a mantener comunicación con otras dimensiones si no desea seguir ese camino. Por otra parte, quien lo desee de todo corazón, tarde o temprano alcanzará su objetivo, al dedicarse sinceramente, buscando con perseverancia a aquellos con quienes siente afinidad de vibración.

Las ventanas del infinito están permanentemente abiertas al ser humano. La Divinidad nos ha brindado con el equipamiento necesario para establecer la conexión. Depende de nosotros vibrar en la correcta sintonía, y responsabilizarnos por la claridad y calidad de la recepción.

No todo lo que nos llega debe ser revelado. No todo lo que es revelado debe ser difundido. No todo lo que es difundido debe ser aceptado. No todo lo que es aceptado funciona para todos. No obstante todo debe ser acogido con amor y devoción. Porque todo forma parte del todo. Y el todo está en cada uno de nosotros. Porque somos todos uno.


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