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Prana: Lluvia de luz viva - Capítulo 11

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 20/01/2011 11:14:04


por Márcio Lupion - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

El ejercicio de Meditación no es más que una sumersión consciente en el silencio.

No importa si estamos solos en lo alto de una montaña o caminando por una avenida plagada de vehículos y personas. Cuando nuestro yo cese de querer, pensar y juzgar, la mirada simple del espíritu se manifestará. Y así es, porque la naturaleza de la clarividencia está en la actitud contemplativa, en observar con humildad el mundo sin creer en la dualidad.
Después de las primeras experiencias con clarividencia, percibí que la conservación de este "nuevo" sentido se verificaba por el simple hecho de mantenerse sin pensamientos, vacío de sí mismo, silencioso en el mundo interior, y como por "magia" el mundo exterior parecía también silenciarse.
Mantenerse en este universo tiene un precio; estar a solas, callado e imparcial.
Siendo así, pasé a compartir el mundo real con nuestros "hermanos" invisibles, ahora siempre por cerca. Ángeles, arcángeles, fantasmas hambrientos, demonios, elementares y egrégoras formaban y hasta hoy forman parte de la rutina diaria.

Este universo manifiesta la inspiración intuitiva, mental y emocional para casi todo lo que rodea a un ser humano negativo aprisionado en su propio ego.
Manteníamos el cuerpo, el habla y la mente siempre ocupados con trabajo, silencio y mantras, para no sentir ninguna motivación proveniente de los seres y de los mundos inferiores. "Vigilábamos y orábamos" todo el tiempo y cuando fallábamos el dolor era enorme. Con las pequeñas distracciones de nuestro ego, entidades negativas visitaban nuestra mente, fomentando miedo, duda, intrigas y mucho cansancio físico. La sensación de haber recibido una paliza era frecuente. Esas ocurrencias nos hacían sentir mucha vergüenza, pero con la humildad en poco tiempo todo lo arrojábamos fuera y trascendíamos esta sensación.
En una de las primeras "pujas" (fiestas rituales) del Señor Buda, que tienen lugar siempre en el mes de mayo, estábamos todos reunidos en estado meditativo y cantando mantras cuando, sin motivo alguno, abrí los ojos. Me llevó algunos segundos comprender lo que estaba pasando, la clarividencia describía, ante mi mirada vacía, un universo de luz y sonido indescriptibles. Miré los monjes frente a mí y ellos parecían tener una esfera de luz en lugar de sus rostros, tan intensa, que me admiré de no estar ofuscado.
Cada vez que cantábamos "buda", "jay" o cualquier otra sagrada alabanza, una Lluvia de Luz caía de lo alto, entraba en nuestros cuerpos y salía por nuestros poros. Era un baño de "agua-luz" maravilloso; como un baño de catarata esa lluvia danzaba por la sala al ritmo de la música, como los movimientos de los cardúmenes de peces en los océanos.

De mis ojos brotaban lágrimas, de una forma nada convencional, ellas simplemente desaguaban en un hilito continuo por los cantos externos. Miré a lo alto y por impulso levanté los brazos y las manos y, cuando eso ocurrió, los "micro-soles", las "bolitas de luz" asumieron la textura de copos de nieve y en seguida se transformaron en pétalos de luz blanca, cayendo muy despacio.
Hasta la arquitectura del lugar se alteró, ahora estábamos en devoción profunda en uno de los pisos de una especie de edificio circular, con frisos superpuestos de altura infinita, parecido a una pagoda oriental.
Luego en los pisos superiores vi Seres luminosos con las manos extendidas en dirección a nosotros y de esas manos era de donde brotaba toda aquella luz de paz, amor y cariño.
Cuando miré hacia abajo, el edificio continuaba allí, y vi algo que me conmovió todavía más. En los pisos más bajos, demonios, con mucho esfuerzo, estaban sentados intentando meditar. Que un demonio se siente es casi imposible, pues sus cuerpos están hechos de impaciencia e insatisfacción.
Lloré durante muchos días y días, pero sentí en la piel que las virtudes de los reinos superiores están siempre a nuestra disposición y al alcance de nuestras manos.
Mirar por los templos hoy es un ejercicio de responsabilidad, pues cada uno de ellos es un portal para los reinos superiores, como todo a nuestro alrededor.
Espero que todos puedan caminar sin la ropa del ego, por un mundo puro, sin juicios personales, para que todos juntos podamos disfrutar del paraíso que nunca hemos abandonado.


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