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TIEMPO: ¿REALIDAD O ILUSIÓN?

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 15/04/2010 15:55:49


por Maísa Intelisano - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

En futuro, en verdad, no existe sino solamente en nuestra propia pantalla mental, como proyección que hacemos de las regularidades de la Creación, pues, en el exacto momento en que lo alcanzamos, deja de ser futuro para ser presente e, inmediatamente, pasado.

Siendo así, el futuro aún no es, pero está a punto de ser, de acuerdo con aquello que creemos que será y con lo que hemos trabajado para que sea. De ahí el decir que nuestro futuro es puro y simple reflejo de lo que realizamos en el presente. De ahí, también, que tenga más sentido decir que lo hemos alcanzado y no que él llega a nosotros, pues somos nosotros quienes actuamos en el sentido de ir a su encuentro, y no que él camine en dirección a nosotros.

Pues bien, el presente lo vivimos ahora, en el mismo instante en que actuamos, pensamos o hablamos conscientemente, pero dura solo un instante. El presente, por tanto, es algo que podemos constatar, pero que no podemos aprisionar o congelar.
Cualquier hecho presente, repetido en el futuro, aunque sea en el instante siguiente, es un hecho nuevo, cuyas determinantes difieren bastante de las que han provocado el hecho original.

Y cualquier experiencia del presente, si congelada, se convierte, no en una, sino en varias experiencias muy similares – si bien nunca iguales – seguidas unas de otras, superpuestas o colocadas lado a lado.
Vemos así que, en verdad, la única cosa que existe para nuestra realidad concreta es el pasado, pues solo él, bajo la forma de registros de los más variados tipos, creados por nosotros, puede ser debidamente archivado. O sea, incluso el más reciente periódico que llega a nuestras manos ya se ha convertido en pasado en el momento en que se ha hecho realidad.

De ese modo, sería interesante constatar que cuando hablamos de futuro, hablamos de algo que aún no existe, que aún no está y que aún no es, ya que lo que es y está es lo que nuestra consciencia es capaz de registrar en el instante de la acción. Por eso es correcta la afirmación según la cual cada uno “hace su futuro”. Pero ¿cómo sería hacer el propio futuro?

Hacer el futuro es convertirlo en realidad del presente, pues de nada sirve visualizar un determinado hecho futuro si no somos capaces de concretizarlo en nuestro presente. Las idealizaciones futuras que no se convierten en realidad, se vuelven ficciones de las cuales está abarrotada nuestra literatura. Y ¿para qué sirven las ficciones, sino para divertir y solamente despertar interés por algún asunto?

Está claro que es muy difícil para una criatura terrena, considerando el actual estado evolutivo de la Tierra, abstraerse de sus necesidades, creencias y angustias presentes para lanzarse abiertamente a la corriente continua de la Creación.

Pero lo difícil no es imposible, pues existen aquellos pocos visionarios que, en un esfuerzo extremo de su voluntad, se arrojan de encuentro a ese flujo ininterrumpido de energía creadora y creativa, y visualizan sus propios potenciales y posibilidades universales, felicitándose por el descubrimiento de hechos y realidades que se escapaban a sus sentidos más limitados.

El hombre terreno está más acostumbrado a crear pasado o hacer historia, inconscientemente, que a crear futuro o trabajar conscientemente en el presente.

Sin embargo, esta mentalidad viene modificándose con el adviento del llamado tercer milenio, pues el hombre viene siendo obligado a cuestionar su presente en la tentativa de modificar aquello que le parece un trágico futuro: el final de los tiempos, lleno de catástrofes climáticas, violencia, guerras, etc.

Con este ejercicio, el hombre ha podido percibir que actualidad y presente son conceptos bastante diferentes, al igual que contemporaneidad y modernidad.

Como ejemplo podemos tomar el mensaje de Jesús que reconocemos ser actual, moderno y atemporal, aunque sepamos que no es contemporáneo nuestro.

No obstante, aún queda un pormenor por considerar. El hecho de ser actual, moderno y atemporal no significa que no se pueda ampliarlo y explicarlo mejor en el presente, como, por cierto, en su tiempo hizo Kardec, por ejemplo, mediante la Codificación. Muy por el contrario, el hecho de que una idea, concepto o mensaje sea considerado actual y moderno, debe hacer que busquemos, aún más, profundizar en él y ampliarlo para que un número mayor de personas pueda comprenderlo y hacer uso de él.

He aquí, por tanto, el mecanismo por el cual podemos todos convertirnos en señores de la eternidad. Saliendo de nosotros mismos y poniéndonos a distancia de nuestro tiempo y espacio actuales, podemos proyectar nuestra consciencia en el tiempo y espacio infinitos, indivisibles, presintiendo las posibilidades del futuro y las lecciones del pasado en los acontecimientos del presente que podemos constatar.

Hemos sido, somos y siempre seremos aquello que hagamos de nosotros mismos. ¿Por qué, entonces, no nos cuestionamos sobre lo que hemos venido haciendo de nosotros? En cada instante de nuestra existencia eterna encontramos el futuro embutido en las oportunidades diarias de renovación, transformación, reformulación y crecimiento, deseando convertirse en parte de nuestra realidad presente. A nosotros cabe averiguar cómo lo hemos estado recibiendo: abriéndole las puertas o, ¿quién sabe, en un infundado recelo, negándole toda posibilidad de manifestarse?

Dicho esto, podríamos entonces empezar a pensar, o quizá a repensar, cómo clasificaríamos los grandes visionarios de la humanidad, tales como Albert Einstein, Julio Verne, Leonardo da Vinci, Galileo, Sócrates y el propio Jesús: ¿guionistas de ficción o creadores de futuro?

Y, así pensando, nos quedaría hacernos tan solo una pregunta. ¿En qué hemos estado transformando nuestra consciencia presente: en repositorio de reliquias del pasado o en instrumento del futuro?

MIRAMEZ

Recibido espiritualmente por Maísa Intelisano en mayo de 1997


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