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¿Tiene sentido tu vida?

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 26/07/2011 15:06:30


por Teresa Cristina Pascotto - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

Mientras nos dejamos guiar únicamente por el Ego, nuestra vida es insatisfactoria, pero incluso así hay un punto “bueno” en ello: tenemos la sensación de que nuestra vida tiene un sentido de ser. Con el dominio del Ego, estamos siempre en busca de algo y nos parece que sabemos lo que estamos buscando; mientras estamos en esa búsqueda, bien o mal, despertamos todos los días y nuestra mente ya se encamina a nuestro objetivo. Con independencia de si estamos satisfechos con la búsqueda o angustiados por la dificultad para alcanzar lo que buscamos, lo que nos importa, inconscientemente, es tener un motivo para vivir.

Despertamos, pasamos el día en nuestra rutina y nos vamos a dormir pensando en nuestras posibilidades, frustraciones, intenciones, errores y estrategias, todo en una tentativa de alcanzar el objeto de nuestro deseo. Esa agitación de la búsqueda hace que tengamos miedo, tristeza, esperanza, frustración, renovación de esperanza, fracaso, deseos de seguir adelante, deseos de abandonar, en fin, no importa lo que ocurre dentro de nosotros, si es algo bueno o malo, lo que importa a nuestro Ego es que tengamos algo en que ocuparnos, algo para pensar, desear, algo que traiga cierto “sentido” a nuestra vida.

No obstante, como esto ocurre a partir de las determinaciones del Ego, nos convertimos en incansables buscadores, pero nunca alcanzamos nuestros objetivos. No en la forma real y divina, pues son objetivos “falsos”, provenientes del Ego, por tanto, alcanzarlos es igualmente falso, lo cual, por consiguiente, nunca nos aporta las sensaciones de placer que esperamos obtener. Pero cuando el anhelo proviene del Alma, la búsqueda es equilibrada y la conquista siempre trae satisfacción plena.

Pero como no nos han enseñado que debemos buscar los anhelos de nuestra alma (puesto que “ellos” tampoco lo sabían), desde el momento en que nacemos vamos “arreglándonos” como podemos, vamos actuando y reaccionando ante el mundo, sacando conclusiones distorsionadas, creando estrategias de sobrevivencia, creando deseos falsos y vacíos, en fin, todo lo hacemos a partir de las necesidades del Ego, de acuerdo con aquello que él entiende sobre nuestras experiencias de vida, y conforme a las elecciones que él estima que son las adecuadas para nosotros. Sin embargo, llega un momento en nuestra vida, en que se saturan todas nuestras capacidades de estar a merced del Ego, momento en que nuestro Espíritu necesita manifestarse e imponerse para empezar a asumir el mando de nuestra vida, así, él promueve circunstancias de vida “adecuadas”, con la intención de guiarnos hacia su encuentro, sobreponiéndose al Ego, ya sea “por el amor o por el dolor”.

En este punto empezamos a cuestionarnos, a querer más de la vida y a buscar cambios y, consciente o inconscientemente, somos llevados al camino del autoconocimiento. Si nos resistimos a ello quedamos aprisionados en nuestros tormentos y nos perdemos en el desequilibrio. Sin embargo, si aprovechamos ese momento y nos dejamos guiar hacia el autoconocimiento, con consciencia y responsabilidad, descubrimos mucho de nuestra realidad interna y empezamos a percibir que hemos hecho muchos movimientos en vano, en busca de objetivos ilusorios que mucho nos han costado en dolor y sufrimiento.

Esto nos hace desear abandonar esos ideales y deseos del Ego, todo eso pasa a no tener ya función y deja de tener sentido en nuestra vida. Mientras había el dominio del Ego, sin que fuésemos conscientes de eso, teníamos todas las motivaciones posibles para “querer vivir”, pero a partir del momento en que descubrimos que esos deseos que hasta hoy habíamos perseguido no son nuestros verdaderos deseos, dejamos de desearlos y abrimos mano de ellos, aunque ante eso, se instala inevitablemente un vacío.

La sensación es maravillosa, no hay sufrimiento, no hay desesperación, no hay movimientos intensos. Solo hay paz. Pero tanta paz, para quien vivía en lucha, acaba siendo algo muy extraño. La lucha era horrible, pero teníamos una motivación para levantarnos de cama. Y pensamos: ¡Dios mío, mi vida está totalmente sin sentido!

De repente, sentimos que no queremos nada, no hay deseo dentro de nosotros. ¿Para qué despertar? ¿Qué sentido hay en levantarnos para vivir la vida de forma tan básica, sin gusto, sin… nada?
Esto ocurre porque hemos salido de la vibración de vida frenética y hemos alcanzado un nivel superior, donde nuestra frecuencia vibracional se ha elevado, se ha puesto un poco más sutil y esto ha hecho que todo a nuestro alrededor nos parezca vacío y sin sentido. Pero nuestra frecuencia está lista para entrar en sintonía con los anhelos de nuestra alma, aunque nuestra mente aún esté ligada a lo que hacía siempre, con las referencias del modelo anterior basado en las necesidades del Ego. En ese momento todo se vuelve muy extraño, pues debido a la vibración elevada ya no logramos identificarnos con los deseos del Ego, todo lo que siempre habíamos deseado ya no tiene sentido, al mismo tiempo en que continuamos queriendo sentir los mismos impulsos de antes. Hay conflicto interno.

En ese nuevo momento, no conseguimos saber qué es lo que de verdad queremos, quedamos tan sujetos a las referencias anteriores de deseos que no logramos despertar para la nueva realidad: nuestra vida está sin sentido, porque estamos intentando rescatar el sentido falso que había antes. Y no vamos a conseguir rescatar ese sentido ni tampoco debemos intentarlo, a menos que deseemos retroceder.

Entonces nuestra única salida, en el momento de la constatación, es aceptar que nuestra vida ESTÁ SIN SENTIDO. Con esta aceptación nos relajaremos y esto traerá cierta quietud interior. Dentro de esto, conseguiremos alcanzar un punto de Dios que hay en nosotros, lo cual hará que únicamente deseemos encontrar el sentido verdadero de nuestra vida, aquel que viene de nuestra Alma. Cuanto más aceptemos la sensación de “vida sin sentido”, más nos relajaremos y más seremos conducidos al encuentro de nuestra esencia divina.

Al llegar a ese lugar, deberemos aguardar tranquilamente, manteniendo el deseo de conectar con los anhelos de nuestra alma y con el sentido de nuestra existencia. Poco a poco empezaremos a desear nuevamente, pero no aquel deseo intenso y ansioso, sino un deseo tranquilo, que nos llevará tener voluntad para “levantarnos” e ir en busca de la realización de ese deseo, si bien todo ocurrirá de forma suave, tranquila. Esta suavidad nos hará lograr prontamente nuestros objetivos y nos aquietaremos de nuevo. En ese lugar calmo y sereno, el Alma hará aflorar los próximos deseos, juntamente con todas las herramientas necesarias para que los alcancemos.Y así proseguiremos, sin ansiedad, sin búsquedas interminables, sino plenos de voluntad y motivaciones. Sin embargo éstas serán a otro nivel, solo que tendremos la voluntad y el impulso necesarios que nos motivarán para vivir con satisfacción.

A partir de esto nuestra vida pasará a tener sentido, pero éste, para ser comprendido, tendrá que ser vivido…


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