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Una cura para la soledad

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 19/02/2015 18:35:49


por Maria Silvia Orlovas - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

Me parece impresionante el sufrimiento que envuelve el estado de la soledad. Sí, porque la soledad es una forma de estar, de vivir y no un diagnóstico de dolor; no obstante, la mayoría de las personas encara la soledad como una especie de dolencia o de castigo. Y muchas procuran saber del karma de vidas pasadas para intentar resolver sus cuestiones de relación, o mejor, de falta de oportunidades para relaciones constructivas, amorosas, buenas.

Personalmente, yo creo en el amor, en los lazos del matrimonio, en el compañerismo, porque considero muy bueno convivir, poder intercambiar, poder charlar con las personas, pero no creo sólo en el matrimonio como solución para una vida solitaria; creo en la convivencia con la familia, con amigos, y en una apertura a lo espiritual, en busca de conocernos mejor y entender por qué estamos viviendo lo que la vida está presentando en nuestro camino.

Percibo que, para resolver cuestiones profundas en nuestras vidas, es preciso emplear la pregunta como herramienta; sí, tenemos que preguntarnos por qué estamos viviendo lo que estamos viviendo. Cada historia, cada reto en nuestra vida tiene un por qué, tiene un motivo que no es sólo traernos sufrimiento. Para abrir un espacio y salir de la sintonía triste de la soledad, el primer paso es hacernos esa pregunta.

Recibí a Mauricio, queriendo comprender mejor su vida. Enfocado en el trabajo, y de buena presencia, nunca le habían faltado oportunidades para relacionarse con mujeres interesantes, pero él no conseguía confiar en ellas; decía que después de un tiempo el encanto se acababa, y él prefería volver a la familia, y pasar el domingo con su madre y sobrinos... Pero no se sentía feliz, sólo llenaba el vacío cuando estaba trabajando, pues su día a día profesional no le dejaba tiempo para pensar en nada más. Con la muerte de su madre el escenario había cambiado, pero ¿cómo confiar en alguien, cómo darse el derecho de conocer sin juzgar?

Vimos en Vidas Pasadas una historia de traición en que estaba implicada su mujer. Él fue juzgado en plaza pública como traidor al señor feudal de la región, que quería a su esposa. Después de muerto, cuando descubrió la trama, se afirmó en la venganza. Se juró a sí mismo que nunca más confiaría en las mujeres... Pero lo peor es que nunca más ha vuelto a confiar en sí mismo, por eso las relaciones afectivas no profundizaban.

Cuando charlé con él, preguntando cómo era su estado de humor, sonrió diciendo que era inestable, de “mecha corta”, que pronto se irritaba, pero que todo lo dejaba dentro de sí y en su aspecto profesional. Era comedido en las palabras, por eso prefería siempre estar callado, sin expresar sentimientos ni emociones y que también llevaba esa forma de comportamiento a sus relaciones afectivas.

-”Mejor no decir nada”. ¿Cómo no decir nada? Pregunté intentando hacerle expandir el razonamiento...

No lo parecía, pero Mauricio tenía una baja autoestima, no exteriorizaba sentimientos o emociones por miedo a la actitud de los demás; pero quien no se muestra, tampoco se cura. Claro que no tenemos derecho a decir a los demás todo lo que pensamos; a lo largo de la vida hemos de aprender a ser diplomáticos. Todo tiene su momento, su hora oportuna para hablar, plantear nuestro punto de vista, defender nuestras causas, pero es preciso hacerlo. No es posible reservarnos y suponer que nuestras parejas puedan sobrevivir en las brumas que hemos creado para protegernos. Mauricio en el sector profesional sabía exponerse, sabía el momento de hablar, y de defender su posición, pero en la vida personal era completamente inseguro. Dijo que su última relación había terminado cuando su novia le dijo que no era imprescindible que él fuese a visitar a los padres de ella por Navidad. Él entendió que no era importante en la vida de ella y con eso el noviazgo se enfrió, sin que él dijese nada, y sin que ella entendiese lo que él sentía.

Claro está que faltó diálogo, que ellos podrían haber hablado más, y que si él dijese lo que sentía, todo hubiera podido seguir por otro lado, pero no fue eso lo que sucedió y él estaba listo para conocer a otra muchacha y, quién sabe, hacer daño a otra joven esperanzada.
Cuando terminamos la sesión, una pregunta quedaba en mi mente:

-¿Cuándo puede terminar ese ciclo en la vida de la persona?

Oí, entonces, a un mentor, la enseñanza que comparto contigo: “Más autoestima, más amor. Las personas necesitan mirarse a sí mismas con más amor, más perdón, más comprensión de su camino de vida, sin esperar a que el otro venga para salvarlas de su propia andadura. Cuando haya más acogimiento el ser humano estará más cerca de lograr encuentros afectivos más tranquilos y amorosos. Invertid en el autoconocimiento, que es el primer paso para la cura de la soledad”.


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