De hecho ¿qué es lo que nos distingue de otros animales?
Esa es una cuestión bastante discutida desde los primordios de la humanidad y todavía genera opiniones controvertidas.
El argumento más defendido está relacionado al hecho de que tenemos conciencia y no actuamos únicamente por instinto, como hacen los demás animales.
Sin embargo, me pregunto si en la práctica no procedemos únicamente basándonos en nuestros instintos, ya que en muchas situaciones de estrés, cólera o miedo nos comportamos de manera casi irracional. Y teniendo en cuenta que buena parte del tiempo estamos a merced de esos sentimientos, no es de sorprender que el resultado de nuestras actitudes sea de naturaleza instintiva, y que actuemos como las fuerzas de una tempestad incontrolable y violenta.
Tal como decía la canción de Renato Russo: “Soy un animal sentimental, me apego fácilmente a lo que despierta mi deseo...”
Pese a todo, en medio de las vicisitudes de nuestra naturaleza, residen también sentimientos capaces de promover una perfecta comunión con la vida y despertar la plenitud de nuestros gestos de modo a presentarnos el real significado de existir.
Y aunque el ser humano esté relacionado con la parte instintiva e irracional, no se reduce únicamente a esa composición. El cultivo del amor, de la gratitud y del afecto es otra faceta de nuestra condición humana y tiene la posibilidad de limitar el escenario arrebatador.
Entonces, en algún momento entre el instinto y la reflexión, surge la aspiración a la sublime belleza del ser en su formato más pleno.
Somos unos seres capaces de controlar nuestros impulsos y proceder conforme a nuestra conciencia. Y al optar por desarrollar acciones de amor, potenciamos nuestra capacidad de ir más allá de la satisfacción inmediata.
Caminando sobre dos patas, liberamos las manos no sólo para buscar alimentos, sino también para acariciar, ofrecer un abrazo en un momento difícil e incluso diseñar situaciones y paisajes acogedores capaces de atribuir un significado diferente a nuestra realidad.
Por medio del lenguaje desarrollamos la oportunidad de transmitir al mundo nuestras percepciones, sentimientos y convicciones y así transformar el ambiente a nuestro alrededor. A fin de cuentas, nuestras palabras pueden incrementar la belleza del mundo.
Y si esas oportunidades pueden diferenciarnos de los otros animales, considero que ahí reside un buen motivo para enorgullecernos de esa diferenciación y así actuar en la constitución de un nuevo ser humano.
por WebMaster
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Publicado dia 10/27/2015 10:04:23 AM em STUM WORLD
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